Bajo el lema “El agua es vida. El agua nutre. No dejar a nadie atrás” se conmemora este lunes ese día en un momento en el que la sequía amenaza la producción de cultivos en muchos países, incluida España.
Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la agricultura constituye un 80 % de la demanda de agua en España, donde el regadío cubre 3,8 millones de hectáreas, un 23 % de la superficie cultivada, y permite obtener el 65 % de la producción vegetal.
El presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (Fenacore), Juan Valero de Palma, asegura a Efeagro que “la sequía se está extendiendo por toda España y, si no llueve en los próximos meses, la próxima campaña será verdaderamente dramática”, puesto que “no habrá más remedio que mantener las restricciones de agua” en muchos lugares.
La situación es “muy delicada” en la cuenca del Guadalquivir, con un volumen de agua muy bajo en los embalses (actualmente al 18,1 % de su capacidad) y un “problema estructural de difícil solución”, al tiempo que preocupan las del Ebro (34,2 %) y Cataluña (21,3 %).
El sur y el este del país son las zonas con más escasez y más necesidad de riego, ya que se realizan varias cosechas a lo largo del año.
En esas áreas, además, los cultivos tienen alto valor añadido y muchos de ellos se exportan, según Valero de Palma, que defiende que “España es un ejemplo en la gestión y la modernización de los regadíos”, con un 80 % de ellos ya modernizados.
En el 53 % de la superficie regada se emplea riego localizado, el 15 % es de aspersión y el 8 % automotriz, mientras que en los últimos tiempos se ha reducido el riego por gravedad (menos eficiente) a un 24 % con los planes de modernización.
Inversiones previstas
Fenacore destaca los fondos europeos del plan de recuperación para la economía española, que prevén un partida dedicada a la modernización de regadíos y elevan la inversión en ese terreno a 2.130 millones de euros hasta 2027.
Aunque los regantes consideran que la dotación podía haber sido mayor, confían en avanzar en el uso sostenible del agua y la energía.
En paralelo, se procederá a la digitalización del agua también para el regadío (con 200 millones en ayudas), lo que impulsará las nuevas tecnologías y mejorará la medición de la humedad del suelo y la utilización del agua y de todos los insumos necesarios, según Valero de Palma.
“El agua es esencial para desarrollar una actividad económica que es fundamental para mantener a la población en el mundo rural y, al mismo tiempo, de manera sensata, hay que trabajar para garantizar la flora, la fauna y la protección de la biodiversidad“, agrega el representante.
La protección ambiental
Bajo esa premisa, el experto del Instituto Geológico y Minero de España del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IGME-CSIC) José Luis García Aróstegui habló, en una reciente charla organizada por el movimiento SOS Rural, de los esfuerzos por evitar la contaminación de los acuíferos.
“Las actuales redes de control de nitratos no permiten ver si las aguas subterráneas van a mejor o peor por el impacto de la agricultura. Necesitamos redes fiables antes de tomar decisiones respecto a la modificación de las prácticas agrarias”, según el especialista.
En el Campo de Cartagena (Murcia), por ejemplo, se está trabajando por eliminar los regadíos ilegales, algo que hace falta extrapolar a otras cuencas como las del Gualdaquivir o el Alto Guadiana, afirma la directora ejecutiva de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA), Julia Martínez, también preocupada por la situación en Doñana y las Tablas de Damiel.
“No podemos meter en el mismo saco a los regadíos históricos y de pequeños agricultores, que han demostrado su sostenibilidad durante siglos, con los ilegales y los de grandes propietarios, muchas veces multinacionales y fondos de inversión dedicados a la exportación, que son muy intensivos y generan mayor impacto ecológico”, apunta.
Martínez reclama una “transición hídrica justa en España”, con el objetivo de adaptarse al cambio climático.
Destaca que “la única manera de adaptarse a unos recursos decrecientes pasa por reducir las demandas, especialmente la agrícola”, con criterios sociales para no perjudicar a los pequeños productores y ambientales para mejorar el estado de las masas de agua, los ecosistemas y la biodiversidad.
Fuente: EFEAgro