Del Pino ha señalado que durante la campaña pasada la producción final fue más corta porque a última hora las lluvias estropearon mucha cosecha. Eso, unido al desabastecimiento del ajo chino por la pandemia, hizo que la demanda del mercado creciera bastante y se ha llegado a este inicio de campaña sin excedente de producción. Por ello, indica que al ser el ajo de Córdoba el primero que entra en el mercado, las expectativas por ahora son buenas, porque se podrá vender a buen precio. Eso, siempre que la climatología no lo impida, como ocurrió el año pasado.
Para la fecha tradicional de inicio de campaña podría estar ya a punto de recogida la variedad de ajo spring blanco, que representa el 80% de la producción cordobesa, que este año va un poco retrasada. El ajo rojo solo supone el 20% de todo lo que se siembra en la campiña cordobesa.
Los agricultores cordobeses tienen sembradas unas 2.000 hectáreas de ajos, superficie similar a la de años precedentes, de las que saldrán, si todo sigue bien, porque ahora la situación del cultivo es perfecta, entre 30 y 40 millones de kilos. Pero señala Del Pino que «siempre existe el miedo de que llueva cuando llegue la hora de la recogida, como el ajo tiene que estar varios días a la intemperie para que se seque, y se estropee parte de la producción, porque al oscurecerse las capas exteriores, aunque el producto esté bien por dentro ya no es atractivo para el mercado, sobre todo porque el 90% de la producción cordobesa tiene como destino la exportación». Económicamente, el ajo mueve cada año en Córdoba unos 50 millones de euros, según Del Pino.
Este volumen de producción supone la generación de unos 400.000 o 500.000 jornales en la provincia, entre la recolección, la transformación en las naves o el transporte, incluyendo empleos directos e indirectos. El epicentro de la actividad ajera de Córdoba se encuentra en Montalbán y su comarca (Santaella, Aguilar y Puente Genil), que es donde están ubicados los almacenes, porque el cultivo, además de esta misma comarca, llega a zonas de Sevilla, Granada, Málaga e incluso Castilla-La Mancha.
Respecto al ajo chino, el gran competidor del producto cordobés, explica Miguel del Pino que de sus resultados depende el éxito de la producción nacional, ya que el gigante oriental vende el 83% de los ajos que se consumen en el mundo, de modo que si allí la producción se da bien y venden a precios bajos, resulta damnificado el agricultor cordobés, aunque hace ya algunos años el sector consiguió que se limitara la importación de ajo chino y, si se superaba el tope máximo fijado, se les aplica un impuesto, un «arancel disuasorio», que es lo que ha permitido poder mantener un poco mejor el tipo en el mercado.
Fuente: Rafael Valenzuela Diario de Córdoba