Este imprescindible en todas las cocinas no ha logrado alcanzar el estatus de producto con valor añadido, o al menos no en todos los casos, y eso que, en países como España, está entre los preferidos de los consumidores -es la séptima verdura más consumida-. Si a ello le añadimos el aumento de costes sin precedentes al que se enfrenta el sector, sobre todo a raíz del conflicto entre Rusia y Ucrania, las empresas se ven en la obligación de ‘reinventar’ sus negocios para garantizar la supervivencia.
Tres son, a priori, las principales estrategias para hacer de la zanahoria un cultivo rentable o, al menos, más de lo que es hoy día.
1. La mecanización de la mayor parte de los procesos permitirá reducir costes, sobre todo en mano de obra. En el caso de la zanahoria de pelado, la recolección mecánica está muy extendida, aunque no tanto en la de manojo, de ahí que este sea el desafío que se han marcado en la Cooperativa Virgen del Rocío. “La mano de obra es lo único en lo que podemos abaratar costes”, explica su gerente, David Arias; y para ello están implementando cosechadoras en campo y automatizando la mayor parte de las tareas en el almacén.
2. El sector debe abogar por los productos de valor añadido como fórmula para conquistar nuevos mercados y consumidores. “Tenemos que producir lo que se vaya a vender”, afirma Arias, y añade que “este tipo de proyectos deben ir de la mano de las grandes cadenas de supermercados, que cada vez tienen mayor cuota de mercado”. En su caso, junto con Unica, cooperativa de segundo grado de la que son socios, “estamos haciendo zanahorias para sticks con vistas a su venta en máquinas de vending”. Por su parte, Juan Manuel Rodríguez, presidente de la S.C.A. Frusana, reconoce el valor añadido que ya de por sí supone el manojo, aunque lamenta que “su consumo es muy limitado en comparación en la zanahoria de pelado. Se trata de un mercado maduro, que crece poco, de modo que la oferta tampoco puede aumentar demasiado”.
3. Diversificar en la calidad es, por último, la estrategia más adecuada para llegar a cada tipo de consumidor, ofreciéndole aquello que realmente busca y garantizando así la repetición de compra. En este sentido, Mikel Elorza, CEO de Primeale, apunta que “el mercado está avanzando en la diversificación de la calidad para satisfacer a los distintos consumidores y esto va a llevar a que cada calidad tenga el precio que le corresponda”.
Pero ninguna de estas estrategias tendría sentido si se deja a un lado la sostenibilidad, actualmente, una de las principales tendencias del mercado y driver de consumo. Sin embargo, Elorza llama la atención sobre la contradicción en la que suele caer el consumidor: “Pide sostenibilidad, pero también una bolsa de zanahorias en la que todas las unidades tengan la misma apariencia, tamaño, color… y esto hace que se desprecien zanahorias igualmente saludables”. Pero no solo eso, en el momento en el que se genera ese desperdicio alimentario se están desechando también los recursos naturales utilizados para su cultivo. “Todo el trabajo hecho en sostenibilidad pierde el sentido porque el cliente sólo está consumiendo una parte de la tarta y no toda la tarta”, lamenta.
Principales competidores
Y mientras todo esto ocurre, el sector mira con recelo a sus competidores, sobre todo a Italia, en zanahoria de manojo, e Israel, en pelado. Para ser más competitivos, y más allá de reducir costes, aportar valor añadido y diversificar, desde Bejo apuntan a una nueva línea de negocio aún muy en ciernes: el ecológico. Es la meta de la senda marcada por la Unión Europea (UE) y el tiempo para alcanzarla comienza a terminarse. Y es que, como apuntó Christiaan Reynders, director general de Bejo España, durante la celebración de su III Simposio de Zanahoria Ecológica, “el bio ya no es una alternativa, sino una tendencia clara en los supermercados”.
UN HÁNDICAP
La prohibición del dicloropropeno para desinfectar suelos está propiciando la propagación de hongos como el phytium, que está provocando pérdidas superiores al 30% en algunas zonas productoras andaluzas.