El objetivo del estudio ganador era determinar en qué medida y en qué distancia las bandas floridas contribuyen al control biológico de plagas. Para ello, durante las campañas 2015 y 2016 se llevaron a cabo una serie de muestreos en una parcela experimental de tomate en la que se utilizaron insecticidas biológicos de bajo espectro y se implantó una banda florida de doscientos metros de longitud en su parte central. Además, en 2016 se realizó la suelta de ejrmplares de Nesidiocoris tenuis (Heteroptera: Miridae), el depredador más abundante en 2015. Los resultados obtenidos muestran que, en el caso de plagas de tamaño menor, como mosca blanca y araña roja, las poblaciones de éstas descienden a medida que se alejan de la banda florida, mientras que en los daños producidos por plagas de mayor tamaño, como el taladro del tomate, no existen diferencias significativas.
El jurado, que valoró la originalidad, el impacto y la calidad científico-técnica del trabajo, estaba integrado por Marcos Miñarro, investigador del Programa de Fruticultura del SERIDA (Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario de Asturias); Antonio Ortiz, del Departamento de Química Inorgánica y Orgánica de la Universidad de Jaén; Flor Budia, del Departamento de Producción Agraria de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería
Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas de la Universidad Politécnica de Madrid; e Íñigo Ruiz de Escudero, del Departamento de Producción Agraria de la Universidad Pública de Navarra.
El Premio SEEA-PHYTOMA es una iniciativa de la editorial para apoyar y fomentar el trabajo de los jóvenes investigadores en España. Se entrega cada dos años, coincidienco con el Congreso Nacional de la SEEA. Como es habitual, saldrá publicado un artículo sobre el proyecto ganador en la revista PHYTOMA correspondiente a febrero de 2018 (Nº 296).