En los pliegues de las sinuosas colinas de la Axarquía se cobija la que, por el momento, es la mayor zona de plantaciones de frutas tropicales de Europa. La orografía de esta comarca en la zona oriental de Málaga —en las sierras que preceden a las playas de Torre del Mar, Torrox y Nerja— casi oculta al viajero la magnitud real que ha alcanzado este cultivo en las últimas tres décadas. Pero todo cambia si ascendemos hasta la terraza del hotel Cortijo Bravo, junto al pequeño pueblo de Benacamorra. Desde allí se domina el valle del río Vélez, una extensa línea verde de campos de mangos y aguacateros. «Ahí queda todavía una pequeña explotación de limoneros», afirma Enrique Colilles, director general de Trops, una de las mayores compañías del sector, que señala así la extraña excepción en unas tierras que ya son prácticamente un monocultivo.
La campaña de recogida de mangos ya ha culminado y ha comenzado la del aguacate. Entre las costas de Málaga y Granada hay en torno a 11.000 hectáreas con el fruto de los aztecas. Trops es una de las mayores compañías del sector, con más de 3.000 socios. «Nuestros agricultores de la costa oriental tienen, de media, dos hectáreas; son miles de fincas pequeñas que pueden aportar una renta neta que ronda los 20.000 euros y que ayudan así a fijar población en los pueblos de la comarca».
La pujanza del cultivo en esta zona es una realidad conocida, pero quizá ha pasado más desapercibido el papel preponderante que ha adquirido Andalucía no solo en la plantación de este fruto, sino en su importación desde el resto del mundo y en la distribución posterior a los países de la Unión Europea. Solo en Vélez Málaga hay más de cincuenta compañías dedicadas a este negocio. Allí ha nacido el ‘hub’ del aguacate.
Control en Andalucía
El sector agrario español siempre ha admirado a los holandeses, que son capaces de controlar la logística de numerosos productos y aportarles valor; en Andalucía se ha logrado asumir ese papel con este fruto. «Lo producimos y también controlamos la importación cuando no hay cosecha en España, lo que nos permite tener una posición muy sólida en el mercado».
Quizá sea solo el principio. El crecimiento de este cultivo avanza a una velocidad considerable en Cádiz, Huelva y Valencia, además de en el Algarve; también se están estrechando alianzas entre operadores españoles cada vez más potentes. Y la guinda será el control de la innovación (que se está trasladando desde California hasta Andalucía).
Antes de mirar hacia el futuro hay que hacer una pregunta: ¿Cuándo se comenzó a tejer este predominio andaluz? Todo se debe a una peripecia que ya ha c umplido casi cuatro décadas. Hay que remontarse a 1954, cuando Roger Magdahl (un inversor nacionalizado en Chile y de origen alemán) puso el foco en el sur de España. Magdahl había sido testigo del auge de la investigación del aguacate en California y su expansión en México, Perú y Chile.
El máximo especialista en este cultivo en aquella época era el profesor estadounidense Wilson Popenoe, que le había hablado a Magdahl del potencial de la costa granadina, donde ya se recolectaban con éxito otros frutos tropicales como la chirimoya. Así que el chileno Magdahl aterriza en Andalucía para comprobar personalmente la bondad de estas tierras y forja una alianza con Luis Sarasola (ingeniero agrónomo vasco asentado en Córdoba). Ambos recorren en motocicleta el litoral mediterráneo, desde Marbella a Valencia, hasta que se decantan por cuál podría ser el emplazamiento ideal para sembrar el árbol azteca: una finca de tres hectáreas en Almuñecar que rebautizan como Rancho California y que se convierte en un vivero experimental para todo tipo de variedades.
Este relato está recogido en el libro del frutero madrileño Julián Díaz Robledo, pionero en la comercialización de aquellas producciones, que cuenta que en octubre de 1960 se puso a la venta la primera caja con aguacates penínsulares a un precio de 120 pesetas el kilo.
El impulso de nuevos emprendedores, viveristas agricultores e investigadores (como el centro de investigación de la finca La Mayora) dieron el empuje definitivo a este nuevo cultivo. A fines de los ochenta había 5.000 hectáreas entre Granada y Málaga, y muy pocos años después, gracias al Plan Guaro (que extendió el regadío en la Axarquía) se superaban ya las 11.000 hectáreas.
Las previsiones de consumo constatan que los sueños de Magdahl y Sarasola se habían quedado cortos. En este momento, en Europa se consumen unas 750.000 toneladas de este «oro verde» al año; mientras que en España se producen 60.000 toneladas. El consumo en el Viejo Continente es pequeño si se compara con México, Chile y algunos mercados de Estados Unidos, pero está creciendo a un ritmo del 20% anual y el COVID-19 ha reforzado esta tendencia.
Auge de la demanda
Hay más demanda que oferta y los productores españoles tienen una enorme ventaja para abastecer al mercado europeo frente a terceros países. El aguacate es un fruto «climatérico», lo que significa que sigue madurando tras ser recolectado; pero las plantas españolas pueden llegar con más calidad, ya que permiten cortar la fruta en el momento óptimo (la fruta del otro lado del Atlántico se recolecta con meses de antelación).
«Se considera que el aguacate de mayor calidad se consume en la zona de Michoacán en México, pero en la Axarquía puedes obtener en marzo un fruto igual de excelente, la proximidad entre la producción y el consumo acorta los tiempos de distribución», remarca Enrique Colilles.
En España se están consolidando zonas de cultivo distintas a Málaga y Granada. «En Huelva y en Cádiz hay, respectivamente, unas 2.000 hectáreas, mientras que en Valencia hay ya más de 2.400 hectáreas y en las Islas Canarias en torno a 2.000», apunta Carlos Estévez, socio director de la consultora agronómica Crops, que recuerda que «en áreas como Benalup, donde hay disponibilidad de agua, ha habido un enorme interés», al igual que en la campiña de Jerez. Los enemigos del aguacate son las temperaturas extremas (tanto frío como calor) como la salinidad del agua. Aún así, ya se están desarrollando ensayos incluso en fincas de Sevilla. «El consumo crece, las cotizaciones son muy buenas y, por lo tanto, el interés de inversores y agricultores es muy alto», recuerda Estévez.
El fundador de AGQ Labs, el empresario Estanislao Martínez, puso en marcha el proyecto Natural Crops en una finca de 170 hectáreas en Huelva. Muy cerca de esta explotación, la compañía Onubafruit sembró otras 140 hectáreas. En Cádiz, la familia Mora Figueroa también está desarrollando uno de los mayores proyectos vinculados a esta fruta azteca en la finca Las Lomas (una de las mayores explotaciones agrícolas de España, en el término de Vejer de la Frontera).
Proceso innovador
¿Cuánto puede seguir creciendo este fruto? Javier Cano, director de desarrollo de la empresa cordobesa Eurosemillas, responde sin titubear: «Se doblará la extensión en los próximos años». Y la clave para esta nueva expansión será la mejora varietal. Eurosemillas ha creado la plataforma Green Motion, un proyecto de I+D que nace de la mano de la Universidad de California y en el que participan quince de las mayores compañías del sector en el mundo.
«Lanzar nuevas variedades es un proceso cada vez más largo, nosotros hemos tomado el control de materiales sobre los que ya había una investigación avanzada para ver su adaptación en distintas zonas del mundo y acelerar su desarrollo». Las compañías que forman parte del proyecto —liderado por la empresa cordobesa— pueden implementar nuevas variedades con años de antelación con respecto a sus competidores, lo que les da una ventaja en el mercado.
En este momento, hay una sola variedad predominante, el Hass, con lo cual «hay margen para desarrollar productos que aporten más valor y puedan tener así un diferencial en precio». El apetito de los inversores para el desarrollo de nuevas plantaciones requiere «buscar nuevas zonas de producción y ello exige, a su vez, nuevos patrones más resistentes a condiciones adversas de salinidad, sequía o calor».
El objetivo de Green Motion es registrar nuevas variedades y cinco patrones que deben «revolucionar la limitada oferta que existe actualmente». Cano es optimista sobre la capacidad de crecimiento de esta fruta. «Hemos plantado recientemente doscientas hectáreas a 25 kilómetros de Lisboa, y pese a las consecuencias del temporal que supuso Filomena, con los sistemas modernos de microaspersión de agua hemos logrado evitar las peores consecuencias de las heladas».
Una de las amenazas al crecimiento del cultivo es la oposición de grupos ecologistas por los requerimientos de agua que necesita. En el sector rechazan esta acusación. «Se requiere menos de los que se afirma, entre 500 y 600 litros por kilo frente a los más de 15.000 litros necesarios para un kilo de carne de ternera, por ejemplo», indican. Enrique Colilles apunta que «si se mide el retorno nutricional de ese consumo de agua hay pocos alimentos que respondan igual, es una de las frutas que requiere menos agua por caloría».
Este es un año en el que la sequía es acuciante. El pantano de La Viñuela está a un 20%. «No lo veía así desde 1995, pero entonces los cultivos eran otros. Ahora se necesita más agua», explica José Campos, presidente de la Junta Central de Usuarios del Sur del río Guaro, que aglutina a las comunidades de regantes de la zona. «El debate no debería ser que sembremos menos para evitar la tensión hídrica, sino buscar las soluciones para mejorar la disponibilidad de agua, como interconectar los pantanos, tal como ya ocurre en Portugal», sostienen en el sector.
Un tercio de las exportaciones a Europa se manejan desde España, incluyendo también producción procedente de otros países. La empresas líderes (hay compañías de referencia como Montosa y Reyes Gutiérrez) también desarrollan productos transformados como el guacamole. Con la producción, la logística, la comercialización y la innovación, el ‘hub’ andaluz ha logrado dominar uno de los mercados de moda en la Unión Europea.
Fuente: ABC Sevilla