Los modelos productivos del siglo XX están provocando el calentamiento global, el agotamiento de algunos recursos y un fuerte impacto en el entorno. Y la agricultura, como un sector económico más, no es ajena a esta realidad. Precisamente por ello, Cajamar ha puesto en marcha una serie de seminarios online sobre ‘La sostenibilidad en la producción agrícola’ y que, en su jornada del pasado martes, día 11, abordó el control integrado de plagas como herramienta fundamental para garantizar la producción hortofrutícola y la protección del medio ambiente.
El webinar, dirigido por Mónica González, del Centro Experimental de Cajamar, contó con la participación de Antonio Monserrat, del Imida; María Suárez, del Servicio Técnico de Huercasa; y Esther Molina, agricultora de Coprohníjar.
Intervino en primer lugar Antonio Monserrat, que fue tajante desde el principio: “La sostenibilidad implica producir alimentos seguros de una forma rentable para el agricultor”. Y a partir de ahí defendió la gestión integrada de plagas, que combina el uso de fauna auxiliar, prácticas culturales y, cuando sea necesario, y siempre haciendo un “uso responsable”, productos fitosanitarios.
Para Monserrat, “hemos pasado de un uso abusivo de los fitosanitarios a una limitación excesiva” y, en esta línea, criticó lo que denominó “quimiofobia selectiva” por parte de la sociedad en general: “Tomamos medicamentos o desinfectamos nuestras casas con productos químicos, pero rechazamos los fitosanitarios”.
Monserrat recordó que en torno al 40% de la producción de alimentos se pierde por las plagas y alertó de la incidencia que el cambio climático tiene sobre estas, propiciando “su expansión hacia zonas y épocas del año en las que no eran habituales”. Todo ello hace necesario que el sector cuente con herramientas para hacer de la agricultura una actividad viable económicamente que, al final, pueda desempeñar una función tan importante como alimentar al mundo.
“La soberanía alimentaria está en riesgo si no somos competitivos”, afirmó Monserrat e insistió en que “la aprobación o no de materias activas debe apoyarse en la ciencia, en criterios y principios científicos”, en clara alusión al Pacto Verde Europeo y la nueva estrategia ‘Del campo a la mesa’.
La sostenibilidad en la empresa
De ella habló María Suárez, del Servicio Técnico de Huercasa, quien afirmó que la sostenibilidad es, hoy por hoy, casi ‘imperativo legal’: “Los consumidores buscan cada vez más productos sanos y sostenibles” y, de hecho, más pronto que tarde, y como si de un Nutriscore se tratara, el etiquetado de los alimentos incluirá también un indicador de sostenibilidad.
En el caso de Huercasa, cuentan con un 20% de cultivos en ecológico y, en todos los demás, aplican técnicas igualmente respetuosas con el medio ambiente. Para lograr los mejores resultados, realizan analíticas periódicas de suelo, agua y producto; estudian la flora y fauna alrededor de sus cultivos; evalúan los riesgos de cada parcela; y, además, trabajan para mejorar la eficiencia energética. En la medida de sus posibilidades, utilizan alternativas a los químicos de síntesis (el resto de fitosanitarios de origen vegetal también son químicos) como, por ejemplo, extractos vegetales, nematodos entomopatógenos, bacterias, hongos… Y, además, “estudiamos los LMRs permitidos en cada país de venta para ajustar los tratamientos y plazos de seguridad necesarios”.
Por último, Esther Molina, agricultora de Coprohníjar, aportó la visión del agricultor que, al fin y al cabo, es quien ‘se relaciona’ directamente con la plaga. Para ella, “el control integrado no es difícil, sino diferente” y apuntó en varias ocasiones durante su intervención a la importancia de observar con detenimiento todo lo que ocurre dentro del invernadero, pero también fuera.
“Debemos conseguir un equilibrio natural desde el principio al final de la cosecha” y, para lograrlo, es fundamental “observar y anticiparse a lo que pueda suceder”. Reservorios (dentro del invernadero) y setos perimetrales (fuera de ellos) son dos elementos clave para una gestión integrada de plagas eficaz.
Molina aprovechó su intervención para derribar falsos mitos y así, por ejemplo, insistió en que el control integrado de plagas no supone ni trabajo ni gastos extra, tampoco baja la producción y, a diferencia de un control basado en el uso (y abuso) de productos químicos, evita la aparición de resistencias en las plagas a la vez que cuidamos y respetamos el medio ambiente.
La sostenibilidad no es una opción, es una obligación, y no solo para hacer de la agricultura una actividad rentable -que también- sino para garantizar la supervivencia del planeta en el largo plazo. Una actividad agrícola más respetuosa es posible y así lo demostraron en este webinar investigadores, empresas y los propios agricultores.