Desde la pandemia, muchas empresas han operado en modo de supervivencia. Sin embargo, para volver a una visión de medio y largo plazo es necesario un cambio estratégico. ¿Cuál es vuestra prioridad tras esta situación?
Afortunadamente, durante la pandemia pudimos continuar con nuestra actividad casi sin interrupciones. La agricultura fue uno de los pocos sectores que siguió operando, nuestra forma de trabajar no se vio afectada. Hoy en día, nuestro objetivo sigue siendo el mismo: garantizar la rentabilidad de nuestros agricultores y hacer de la I+D+i la base de nuestro crecimiento. En Europa, la sostenibilidad y la ecología son cada vez más prioritarias, y la evolución de la agricultura avanza en esa dirección.
¿Cree que verdaderamente la situación es más estable y se puede mirar ya a un medio-largo plazo a la hora de programar proyectos?
No lo creo. La falta de soluciones eficaces contra las plagas nos pone en una situación cada vez más difícil. Esto no solo afecta a la producción actual, también agravará los problemas a largo plazo. No se puede producir alimentos sin garantías de desarrollo. La prueba es que, hoy en día, un agricultor necesita aplicar hasta diez veces más tratamientos que antes debido a que los productos permitidos son mucho menos efectivos. En este entorno restrictivo, los gobiernos permiten que los supermercados impongan sus propias exigencias medioambientales y sociales, como si el país productor no contara ya con sus propias regulaciones. Es algo increíble.
¿Qué retos tiene el sector para un futuro que se vislumbra incierto y con muchos cambios a nivel geopolítico y tecnológico?
El verdadero reto es garantizar el suministro de alimentos. Los grandes supermercados lo señalan como su principal preocupación, ya que su objetivo es mantener sus estanterías llenas. Sin embargo, para nosotros, los agricultores, el desafío es aún mayor: ¿cómo lograrlo con tan pocas herramientas? Sin productos químicos ni tratamientos adecuados, la producción se vuelve cada vez más complicada y el abastecimiento está en riesgo.
Por ejemplo, la afección de nematodos reduce hasta un 25% la producción de fresa, y tampoco podemos tratar plagas como las de los topos en el campo. Es paradójico, considerando que muchas pandemias en la historia de la humanidad han sido provocadas por insectos y roedores. Entonces, ¿qué es realmente más saludable: utilizar productos químicos bajo control o prescindir de ellos y exponer los cultivos a pérdidas y enfermedades?
Lo mismo ocurre con las exportaciones de fresa a Europa: debido a las lluvias, enviamos fruta que perece muy pronto en lugar de productos en estado óptimo. ¿Eso es más saludable para el consumidor que aplicar tratamientos adecuados y garantizar una fruta de calidad? Lo dudo.
A esto se suma el problema del agua. No nos permiten regar, aun cuando hay disponibilidad. Los gobiernos, sin importar su orientación política, se niegan a invertir en infraestructuras hídricas. Huelva, por ejemplo, tiene excedente de agua, pero no se impulsan soluciones ni trasvases.
Mientras enfrentamos estas dificultades para producir alimentos, la población mundial sigue creciendo. Si no se toman medidas, el futuro del suministro alimentario estará seriamente comprometido. Analfabetismo ecológico. Un cortijo para cuatro.
¿Cómo ve el sector en la actualidad?
La incertidumbre es enorme en todos estos temas, y uno de los más críticos es la falta de mano de obra. Los españoles no quieren trabajar en el campo, tenemos el cupo muy limitado de trabajadores extranjeros y no se incentiva el trabajo agrícola. Es una paradoja: hay un 20% de desempleo en el sector agrícola y, aun así, falta personal. Incomprensible.
Además, el agricultor siempre está en el punto de mira. Se le culpa del daño a Doñana, del uso de productos químicos, de la degradación del suelo… Pero ¿realmente las placas solares son más ecológicas que cultivar la tierra?
La producción y el desmantelamiento de las placas solares requieren una gran cantidad de energía y recursos, lo que genera un impacto ambiental significativo. Sin embargo, se considera que su uso es más sostenible que la propia agricultura, a pesar de que esta última es esencial para la alimentación y el mantenimiento del ecosistema.
No nos dejan sembrar, pero sí fomentan la entrada de fondos de inversión que hoy están en este sector y mañana en otro, permitiendo la ocupación del suelo para otros usos, sin considerar el impacto en la biodiversidad, el ecosistema y las familias agricultoras.
En las ciudades se habla de ecologismo, pero muchas veces desde una perspectiva alejada de la realidad del campo. La desconexión entre consumidores y productores es cada vez mayor: mientras en las urbes se debate sobre sostenibilidad, en el campo los agricultores enfrentan restricciones y una falta de apoyo que ponen en riesgo la producción de alimentos. Esta brecha entre quienes consumen y quienes producen provoca una falta de comprensión sobre las dificultades del sector agrícola, lo que a largo plazo llevará a una menor disponibilidad de alimentos y a un aumento en sus precios. Y esto nos afectará a todos por igual.
«La innovación es el camino para todo; el que no innova en agricultura es prehistoria»
La innovación es un pilar fundamental en Onubafruit. ¿Es el camino para seguir siendo competitivos?
La innovación es clave en todos los ámbitos, y la agricultura no es la excepción. Quien no innova, se queda atrás. El sector está en constante evolución, no solo a través del desarrollo de nuevas variedades más eficientes en el uso de recursos, sino también mediante avances tecnológicos como la predicción de cosechas, la Inteligencia Artificial y otras herramientas que optimizan la producción.
Sin embargo, hay pilares fundamentales de la agricultura que siguen sin resolverse: el acceso al agua, la falta de mano de obra o la sanidad vegetal. Es imprescindible encontrar soluciones para estos desafíos. Necesitamos políticos con coherencia, que conozcan el sector agrícola y trabajen en medidas efectivas para garantizar su futuro.
¿Cuáles son los compromisos que os marcáis para el futuro?
Nuestro compromiso sigue siendo el mismo. Contamos con una sociedad formada por más de mil familias que han apostado por este negocio y que trabajan incansablemente. Nuestro objetivo es adaptarnos a las circunstancias que nos rodean para garantizar que sigan viviendo de manera digna. Especialmente, debemos estar atentos a las normativas que dicte Europa, estemos o no de acuerdo con ellas.
El agricultor es el gran protagonista en Onubafruit. ¿Qué esperan ellos de vosotros y vosotros de ellos?
Ellos confían en nosotros para ayudarles a resolver problemas que, por sí solos, no pueden afrontar, y nosotros, a su vez, esperamos que se adapten a nuestras exigencias. Pedirles que sigan cultivando frambuesa, a pesar de las dificultades que conlleva, no es sencillo. Sin embargo, lo hacen porque creen en nuestra gestión y en las soluciones que ofrecemos. Y, a pesar de los desafíos, continúan trabajando con compromiso y haciendo su labor de manera ejemplar.
¿Qué opina sobre exportar a otras zonas fuera de la UE como Canadá o Asia para continuar creciendo?
Al final, la UE sigue siendo nuestro principal mercado, absorbiendo el 90% de nuestras exportaciones. En comparación, Canadá, con solo 35 millones de habitantes, no representa una solución significativa. Las asociaciones del sector y los políticos deben centrarse en establecer protocolos de exportación realistas, que podamos cumplir, en lugar de seguir un camino como el de la uva o el cítrico en China, cuyas exigencias de envío son tan estrictas que terminan haciendo inviables esas exportaciones.
Otros países, como Perú, cuentan con protocolos de exportación con múltiples mercados, incluidos Marruecos y ahora Mercosur, mientras que nosotros seguimos enfrentando principalmente restricciones.
Retos del sector:
• Falta de herramientas en sanidad vegetal
• Escasez de mano de obra
• Dificultad para acceder a agua de riego
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