La labor de la Asociación ha sido hasta el momento difundir las cualidades gastronómicas y saludables de este producto, dándolas a conocer, tanto al consumidor final como a los profesionales de la gastronomía por toda España, especialmente en su región, Castilla la Mancha. Pero a partir de ahora, han decidido dar un paso más explicando cómo se cultiva, “con mimo, trabajo y esfuerzo”, para que llegue a los hogares de los consumidores con todas las garantías, avaladas por el sello de calidad europeo Indicación Geográfica Protegida. Su objetivo es destacar el valor añadido de este ajo, tales como su buena conservación, el ser un producto de cercanía, así como que representa el motor de desarrollo de una comarca entera, que aporta trabajo y prosperidad, dentro de “nuestra España rural, a veces tan vacía de personas y de futuro”. Gracias al sector, se mantiene a la población rural en la labor de cultivo de este ajo morado y con las empresas comercializadoras del mismo.
Cultivar y comercializar un producto bajo un sello de calidad conlleva que, además de cumplir la normativa vigente durante todo el proceso, hay que seguir los mandatos del pliego de condiciones. El consumidor final sabe que, al elegir el producto con dicho sello, la calidad está asegurada de una manera objetiva. Desde que se siembra en diciembre hasta que llega a los lineales a finales de julio, “todo se realiza con mucho cuidado y mimo”.
Sin duda, son valores que hoy en día cada vez tienen más en cuenta los consumidores, tanto nacionales como extranjeros, por eso cada año el número de kilos comercializados bajo dicho sello IGP va creciendo poco a poco.