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La apuesta por productos de ‘kilómetro cero’

Conceptos como productos “de kilómetro cero”, “de proximidad” o “100 % locales ” están en boga y son tendencia de consumo en España, lo que obliga a la industria alimentaria a renovarse y mirar a su entorno más cercano.

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Una propuesta que no sólo beneficia a la la industria y los consumidores, sino que puede suponer la supervivencia del sector primario y del territorio rural que lo alberga, al garantizar la venta a los productores locales.
Más allá de los habituales mensajes publicitarios, representantes del sector y asociaciones de consumidores coinciden en admitir que no es fácil encontrar industrias que se abastezcan únicamente con proveedores locales, a excepción de aquellas que cuentan al mismo tiempo con actividad en el sector primario.
¿Por qué? Porque no siempre los productos más cercanos son los más baratos, porque la producción depende de cómo discurra la campaña, está limitada por aquellos alimentos de temporada y porque, en ocasiones, no es fácil encontrar todo lo que se necesita en una misma región.
La empresa catalana Casa Amella es señalada por muchos como un ejemplo a seguir. “Todo lo que vendemos es cero conservantes, cero aditivos, nuestra materia prima es de temporada“, explica a Efeagro su fundador, Daniel Amella.
“Ahora mismo no fabricamos crema de verduras ni de puerro porque, simplemente, en el campo no hay. Y como tampoco compramos verdura de invernadero… Sólo vendemos lo que quede en el almacén”, ejemplifica.
La inmensa mayoría de sus proveedores están localizados en la comarca del Bages, en Barcelona, a escasos kilómetros de su planta, ubicada en el municipio de Artés. ¿La única excepción? Las lentejas y otras legumbres, que provienen de Castilla y León gracias “a un agricultor de confianza”.
Venden desde aceite hasta hamburguesas, pasando por cremas, sofritos o pasta, y en 2017 inauguran una fábrica que se dedicará por entero a la fabricación de zumos.
“Creemos que si le podemos comprar al vecino de al lado, siempre será mejor que hacerlo en la otra punta del mundo“, resume Daniel Amella a modo de filosofía de vida.
El proyecto no ha dejado de crecer y la compañía cerrará 2016 con una facturación de 2,5 millones de euros, un 25 % más que un año antes.
“Nuestras fábricas, además, son veganas -no utilizan ningún ingrediente de procedencia animal- y sostenibles, nos preocupamos por el medio ambiente. Todas las luces son LED y utilizamos materiales como la madera, el barro o el metal”, argumenta.
Crítico con quienes se apuntan a lo ecológico sólo por estar de moda, Amella insiste en la importancia de que el consumidor también valore su producto y entienda por qué su precio de venta es más elevado que el de muchos competidores.
Fuente: www.efeagro.com
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