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22 Dic 2024 | Actualizado 11:30

Revista del Sector Hortofrutícola

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Elena Saenz, ANOVE: «La mejora vegetal sin las NGT, es como si tuviésemos una mano atada a la espalda»

Elena Saenz, directora de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (ANOVE).

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En estos últimos años, especialmente quizás desde la crisis del coronavirus de 2020, la opinión pública del mundo occidental ha empezado a tomar conciencia – ¡por fin! – de que la disponibilidad de alimentos de calidad y a precios asequibles que dábamos por descontada es un privilegio y es vulnerable. Además, esta toma de conciencia sobre nuestra fragilidad debe servir para hacernos cargo de que un 13% de la población pasa hambre y un 30% no tiene acceso a una alimentación suficiente y nutritiva1.

Hoy observamos con preocupación el embate de diversas amenazas que pueden poner en riesgo la seguridad alimentaria de la población a medio y largo plazo. Nos referimos al impacto del cambio climático, los efectos y riesgos de las (antes insospechadas) pandemias, la crisis energética, la inestabilidad geopolítica en países clave para la producción y el comercio alimentario global, la escasez y el aumento de precio de los insumos agrícolas, etc.

«Las nuevas técnicas de edición genética (NGT, New Genomic Techniques) permiten reducir a la mitad el tiempo medio de producción de una nueva variedad vegetal»

Además, en nuestro continente debemos cumplir con los loables objetivos previstos en la Estrategia de la Granja a la Mesa y el Pacto Verde, es decir, producir más y mejor, pero con menor consumo de recursos (agua, suelo, energía, fertilizantes, fitosanitarios,…) y con mayor reducción de externalidades (emisiones de CO2, residuos, afectación a la biodiversidad, etc.).

Según diversos estudios, la aplicación de la estrategia europea Farm to Fork supondría una reducción de los rendimientos agrícolas de un 15% de media si no se toman medidas adicionales y compensatorias2.

Ante este escenario, debemos desarrollar un modelo agroalimentario racional y equitativo, incrementando la eficiencia, reduciendo el desperdicio e introduciendo modificaciones estructurales para la sostenibilidad y resiliencia de la producción y de las cadenas de suministro. Esta garantía alimentaria debe basarse en una mejora de la productividad, que ahora se debe hacer de forma más rápida si queremos garantizar la alimentación de cerca de 10 mil millones de habitantes en 2050.

¿Quién y cómo lo puede hacer? El incremento de rendimiento de la producción alimentaria deberá basarse en la mejora vegetal para disponer de plantas más adaptadas a todos estos nuevos condicionantes y menos necesitadas de los migrados o restringidos insumos. En los últimos 30 años ha sido el eslabón de la cadena responsable de aumentar las productividades de los cultivos, evitar el aporte de fertilizantes y fitosanitarios, ahorrar agua, reducir consumo energético y emisiones de CO2, etc. A todas estas mejoras se le debe añadir el beneficio que obtiene el consumidor por la disponibilidad de más variedad de productos, con mayor trazabilidad y garantía sanitaria y con mejores propiedades organolépticas3.

Respuesta al desafío de la seguridad alimentaria internacional

Una de las herramientas que tiene la mejora vegetal a su alcance son las nuevas técnicas de edición genética (NGT, New Genomic Techniques) que permiten reducir a la mitad el tiempo medio de producción de una nueva variedad vegetal sin alteraciones en su composición genética global y preservando sus características originales4.

Pero estas técnicas tienen ante sí diversos obstáculos, barreras de tipo institucional y social. Sobre las primeras, cabe citar la existencia de un marco normativo global no armonizado. Por un lado, existen grandes regiones que asimilan las plantas editadas genéticamente como plantas equivalentes a aquellas producidas por mejora convencional, usando regulaciones que tienen en cuenta las características del producto final obtenido y no tanto la técnica empleada para su obtención. Este es el caso de Estados Unidos, Inglaterra, la mayoría de países sudamericanos, Rusia, China, India, Australia, … Por otro lado, está la Unión Europea (también Nueva Zelanda) donde las NGT sí que están restringidas asimilándolas a un OGM (Organismo Genéticamente Modificado), a pesar de las diferencias sustanciales entre un concepto y el otro, la principal de las cuales es que en un OGM se introduce material genético foráneo mientras que las NGT comunes se basan en ADN de la propia planta y en la capacidad de activar o desactivar determinados genes para obtener mejoras muy precisas.

En cualquier caso, esta situación genera ineficiencia en el sistema agroalimentario global y un desequilibrio en la competitividad de unas y otras regiones del mundo, creando, además, situaciones absurdas como la importación en Europa de productos de terceros países que se han producido con las mismas técnicas que hemos restringido aquí.

Más información y transparencia

Pero la barrera más determinante es la percepción negativa que tiene una parte de la sociedad que, por falta o sesgo de conocimiento o por posicionamiento ideológico, desconfía. Para ello, no hay otro camino que la información, la transparencia y la demostración, de las cuales son responsables el propio sector obtentor, pero también el resto de los agentes de la cadena y, especialmente, las administraciones públicas.

En resumidas cuentas, tenemos ante nosotros un desafío colosal que es seguir alimentando la población -o, todavía mejor, ensanchar la población bien alimentada- en unas condiciones de contorno inéditas y totalmente adversas. El sector de la mejora vegetal tiene la tecnología para hacer las plantas más productivas y mejor adaptadas a estas condiciones desfavorables. Poder utilizarlas depende del contexto social y administrativo. En caso contrario, será como si concurriésemos a este combate con una mano atada a la espalda.

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