Los productores de ajo españoles miran al futuro con inquietud. Acumulan tres años de crisis, con unos costes de producción al alza y un competidor que los barre del mercado por sus bajos precios: China.
La energía no deja de subir, lo que dificulta el almacenamiento en las cámaras. La mano de obra también ha aumentado por las subidas del SMI y la inflación. Y el precio del arrendamiento de las tierras también está en auge.
Además, el clima no acompaña. La sequía de las zonas productoras se une a la reducción de alternativas para obtener agua, con los embalses y las cuencas hidrográficas al límite. Y las temperaturas registran oscilaciones extremas durante el cultivo.
El sector debe adaptarse al aluvión normativo, con la nueva PAC, que obliga a usar el cuaderno digital e introduce los ecoesquemas, la normativa sobre envases, contratos agrarios y restringe el uso de fertilizantes y herbicidas.
“Los costes de producción han crecido un 37% en el último año”, explica Luis Fernando Rubio, director y gerente de la Asociación Nacional de Productores y Comercializadores de Ajo (ANPCA), que reconoce que aún no lo han podido trasladar a la distribución. Aunque España exporta el 80% del ajo a la UE, Rubio señala que China inunda el mercado europeo con un precio mucho menor, por su coste de mano de obra más bajo y un producto de menor calidad. La crisis económica de la UE beneficia a China, pues hoy “el principal factor de compra del consumidor de ajo europeo es el precio”.
El presidente de la Mesa Nacional del Ajo, Julio Bacete, advierte que la superficie de ajo cultivada en España ha caído un 25% en un año por la complicada situación del sector, lo que provocará la falta de relevo generacional, agravado por la llegada de “los grandes grupos de inversión y la macroagricultura”.
Soluciones
“Parece que la solución pasa por explotaciones más grandes, con economías de escala” para ser más eficientes, señala Rubio. Hacia la eficiencia miran muchos productores para reducir sus costes de producción. Para ello, apuestan por las energías renovables, instalando placas solares para reducir los costes y contribuir a un modelo productivo más sostenible.
Así, los productores conseguirán un valor añadido en su producto, con una menor huella de carbono. También buscan diferenciar su producto en los mercados donde el consumidor es capaz de pagar más por un ajo de mayor calidad, sabor y seguridad alimentaria. Por ello, miran a otros mercados como EE. UU., donde ven un interés creciente por el ajo español, a pesar de que allí la competencia también es muy dura, en este caso, con el ajo de Argentina, tercer país que más exporta este producto en el mundo, tras China y España.
«Los costes de producción han crecido un 37% en el último año»
Los productores de ajo españoles también quieren diferenciarse con el ajo negro y el diente pelado, este último, con muy demandado en EE. UU. Respecto al ajo negro, son conscientes de que su crecimiento es lento por su elevado precio, aunque son optimistas de cara al futuro, por sus cualidades y sabor, con una gran acogida por el canal Horeca, ya que convierte un plato normal de cocina en un producto gourmet, y estiman que seguirá creciendo en la hostelería y la restauración.
Otra forma de diferenciarse son los envases y embalajes, con nuevos formatos cada vez más sostenibles y adaptados al tipo de familias actuales, con menos miembros, pero que siguen consumiendo ajo porque es un producto esencial en la cocina española.
Balance
El precio del ajo en España ha descendido un 7,4% hasta octubre de 2022 respecto al mismo periodo del año pasado. El incremento de costes y el menor precio percibido ha provocado que sea el producto hortícola al aire libre con la peor rentabilidad.
Las exportaciones se han reducido un 5,3% en valor y un 3,6% en volumen en los ocho primeros meses de 2022. En 2022, España ha cultivado 29.400 hectáreas de ajo, con una producción de 270.600 toneladas, un 12,5% menos que el año anterior.
