Los ingenieros agrícolas y agrónomos cotizan al alza. Así se aprecia en las numerosas ofertas de trabajo que llegan hasta las escuelas universitarias y que no se logran cubrir porque no hay suficientes graduados. Durante los tres primeros meses del año, el Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Técnicos Agrícolas ha seleccionado un total de 789 ofertas para el conjunto del país, 317 en el mes de febrero. Los últimos datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística se remontan al año 2010, momento en el que salieron de las universidades 1.569 ingenieros técnicos agrícolas, solo en el año 2020, ese mismo Consejo publicó 2.160 ofertas.
El caso de INEA, Escuela de Ingeniería Agrícola y Agroambiental adscrita a la Universidad Pontificia de Comillas, ejemplifica lo que sucede, de manera generalizada, en el resto de escuelas de la región y en muchas otras zonas del país. «Desde el principio de este curso 2020-2021, hemos recibido 78 ofertas de empleo, puestos que no logramos cubrir por falta de ingenieros». Así lo corrobora María Antonia González, profesora del Área de Economía y Ciencias Sociales y responsable de empleo de la Escuela. «El ritmo de la demanda de ingenieros crece, alcanzando semanalmente hasta cuatro solicitudes. Durante el curso pasado, INEA publicó 90 ofertas nuevas en total, y en este ya llegamos a las 80».
Esta escuela dispone cada año de 60 plazas, de las que se suelen cubrir la mitad, «en los últimos cuatro años se ha notado un incremento de alumnos», confirma Juan Luis Fradejas, Profesor del Área de Ingeniería Agroambiental de INEA, quien esgrime varios factores para esta evolución positiva, entre ellos, la actualización del grado con asignaturas de viticultura, nuevas tecnologías, genética o el hecho de que sea semipresencial. Por otra parte, «los alumnos ven que hay trabajo».
Desde INEA confirman que una gran parte de las empresas que contactan con ellos están radicadas en Castilla y León aunque en ocasiones, llegan otras grandes implantadas en otras comunidades porque quieren establecer su sede en la comunidad y «necesitan técnicos agronómicos para el asesoramiento sobre determinados productos y a su vez, responder a las necesidades de los agricultores y ganaderos».
La situación es similar o, incluso, con cifras menores en el resto de las ocho escuelas que existen en la región y ahí es donde Fradejas aprecia otro problema: «Existen demasiadas escuelas para los alumnos que hay y el índice demográfico cada vez es menor».
Un graduado en ingeniería técnica agrícola y del medio rural debe cursar cuatro años y si decide dar el paso a ingeniero agrónomo, se requieren otros dos años de máster.
Agrónomos
Ignacio Mucientes, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Castilla y León y Cantabria, añade que «en lo que se refiere al sector primario y más concretamente al subsector agrario (incluido sus pilares: agrícola, pecuario, forestal/cinegético y de la industria agroalimentaria) se constata una vez más que hay ingenieros agrónomos trabajando en todos ellos, y que realizan una gran labor por ser estratégico en la producción de alimentos, sostenibilidad medioambiental y lucha contra el cambio climático, entre otros».
Desde ese planteamiento, incide en que el número de ingenieros agrónomos que existe en la actualidad «debería de ser mayor tanto en el sector privado como en el público porque hay trabajo y porque lo demanda la sociedad«. Según expresa, «en el ejercicio libre cada día se necesitan más ingenieros agrónomos para atender un amplio panorama laboral basado en las cinco especialidades que posee la carrera: sanidad y protección vegetal; producción animal; ingeniería rural y construcciones; economía, sociología y política agraria y por último, las industrias agroalimentarias».
La carrera de Ingeniero Agrónomo se estudia actualmente en Castilla y León en las Universidades de Valladolid, León, Salamanca y Ávila. Las tres primeras son universidades públicas, y la última, privada. El porcentaje de alumnos que sale anualmente de las Escuelas oscila entre el 82-85% y no transcurre, de media, más de un año sin encontrar su primer trabajo.
Fuente: El Norte de Castilla