El sector hortícola aparentemente goza de buena salud. Es robusto, capaz de hacer frente a todas las adversidades que se le plantean, que no son pocas.
Evidentemente el manido mensaje del ‘Milagro Almeriense’ tiene poco de milagro y mucho de trabajo, de esfuerzo y de alta exposición al riesgo (financiero y patrimonial) que cada campaña afronta los agricultores de esta tierra.
Seguimos siendo un referente en los mercados y proveedores esenciales en toda Europa. Si nos detenemos exclusivamente en las pizarras que se publican diariamente cualquiera podría pensar que no hay motivo ni para la queja ni para la preocupación; nada más lejos de la realidad.
Sin embargo, sin caer en el desánimo ni ser pájaro de mal agüero, debemos ser realistas, y la situación del sector, si analizamos tendencias de mercado, producción y costes, nos brinda una visión ligeramente menos optimista de lo que aparentemente pudiera resultar.
Los problemas estructurales perduran, siguen siendo recurrentes y se enquistan alargando la lista de tareas pendientes: los recursos hídricos; el desmesurado aumento de los costes de producción; la pérdida de cuota de mercado; nuevas plagas y enfermedades; el pacto verde europeo; las restricciones en el uso de productos fitosanitarios sin alternativas; o la perdida de los pilares básicos de la PAC. Estos son algunos aspectos que requieren de una solución urgente sino queremos perder un sector que ha sido capaz de obrar un ‘milagro’; el milagro de poder tener alimentos en la mesa todos los días.
Para hacer frente a estos desafíos necesitamos el compromiso ineludible de todas las administraciones competentes en la materia. Necesitamos una voz fuerte y unida en Europa que sea capaz de despolitizar la alimentación y remar junto al sector, y no situarse enfrente como está ocurriendo en los últimos tiempos.
Es el momento actuar con coherencia y empezar a trabajar para solucionar los problemas. No podemos esperar a que los agricultores griten desesperados, debemos hacer antes la tarea. Es muy necesario avanzar en la disposición de agua en cantidad y calidad suficiente con un precio razonable; también, establecer un sistema de bonificaciones sociales para paliar los altos costes de producción; defender en Europa una soberanía alimentaria que nos la están arrebatando con el ‘velo’ de la protección al medio ambiente; y sobre todo debemos tener unos representantes políticos y un Ministerio de Agricultura al lado de los agricultores y no a la vera de los lobby europeos que tanto daño hacen a los intereses de nuestra agricultura.
Que los árboles no nublen la visión del bosque. Hay que dar pasos hacia delante con urgencia en todas estas cuestiones pendientes porque mañana será tarde, sobre todo si hablamos de alimentación. Aunque algunos se empeñen en convencernos de que las ‘hamburguesas veganas’ son mejores o que los ‘huevos’ se pueden imprimir y son más saludables, particularmente prefiero las hortalizas de Almería por su calidad, sabor y por el trabajo que hacen nuestros agricultores que bien merecen su recompensa.
Considero justo respetar todas las opciones, pero aquellos que están en responsabilidades públicas y opinan que el sacrificio de la soberanía alimentaria bien pagado está por un puñado de euros, por coherencia deberían dejar que ocuparan su cargo personas que defienden (ellos sí) la soberanía alimentaria europea y que anticipa nuestras producciones a las que vienen de terceros países en los que no se respetan las normas de seguridad alimentaria y trazabilidad, como bien lo hace Almería.
Nada que reprochar al sector, pero no podemos olvidar que es difícil recuperar lo perdido. Por ello es necesario obtener mayores cuotas de mercado con nuestra carta de presentación ligada a la calidad, seguridad e innovación, como siempre hemos hecho. Pero ahora con más necesidad ya que el sector se enfrenta a nuevas amenazas que nos hacen tener que innovar también en los procedimientos.
A veces … los árboles no nos dejan ver el bosque; pero, al menos no perdamos de vista la esencia de este mal llamado ‘milagro’ que no es otra que el trabajo, esfuerzo e inversión de todos nuestros agricultores.