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Hortalizas

Una campaña histórica del ajo extremeño

Todo apunta a que el agricultor podrá vender el kilo a más de un euro, una cantidad esperanzadora teniendo en cuenta que en 2015 apenas llegó a los 80 céntimos. Atrás quedó 2012, cuando este producto rozó la cantidad de 0,56 euros.

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La de este año es una de las mejores campañas del ajo que recuerdan en Aceuchal, la ‘capital’ extremeña de este cultivo. Años de tradición avalan la siembra, la cosecha y la industria de este producto en un pueblo donde han aprendido a tratar con ‘mimo’ esta planta. Quizás porque lo han hecho de generación en generación. Francisco Pozo Montejano es nieto e hijo de ajeros. Su abuelo cultivaba en pequeñas cantidades este alimento y su padre ya se manejaba con cifras más grandes. Hoy, él está al frente de una de las dos cooperativas que existen en este municipio de 5.000 habitantes de la comarca de Tierra de Barros. Su expresión lo dice todo. Sonriente, afirma: «Gran calidad y perspectiva de buenos precios».

Todo apunta a que el agricultor podrá vender el kilo a más de un euro, una cantidad esperanzadora teniendo en cuenta que en 2015 apenas llegó a los 80 céntimos. Atrás quedó 2012, cuando este producto rozó la cantidad de 0,56 euros.

Él se dedica al campo durante todo el año y lo hace junto a su hermano Francisco José, quien alude a la principal complicación de este tipo de cultivo. «La planta necesita un constante cambio de tierra, hay que dejar descansar el suelo. Cuando llevas 40 años sembrando ajos alrededor de Aceuchal, hay que salir fuera», comenta Julio. De hecho, ellos tiene alquiladas varias parcelas en la zona de la frontera de Caya y en Solana de los Barros. Pagan por una de regadío 1.200 euros al año. «Si por ejemplo, el sistema de riego se complica y hay que sacar agua de un pozo, puede bajar hasta los 500 euros», matiza Francisco.

A eso se suma que es un cultivo en el que se arriesga mucho dinero. El precio que cuesta sacar adelante una hectárea de ajos que luego producirá unas 10 ó 12 toneladas ronda los 7.000 euros. Como en la mayoría de cultivos, la distribución es la gran beneficiada en la comercialización y la que se lleva el mayor beneficio. «Ahora mismo se vende un cuarto de kilo a entre dos y tres euros, un margen importante teniendo en cuenta que el agricultor percibe entre 60 céntimos y un euro por cada kilo», coinciden los hermanos Meléndez.

Sin ayudas

A eso se suma la falta de ayudas. El municipio pacense apenas cuenta con 410 hectáreas para este bulbo porque la mayoría, más de un 75%, están en territorio portugués. Concretamente en la zona de Elvas y Campomayor.

«Por ese motivo no contamos con ayudas regionales para el agricultor». Uno de los requisitos es que más del 50 por ciento de la cosecha esté sembrada en Extremadura y «eso sólo pasó durante los tres primeros años de la Cooperativa Extremeña de Ajos de Aceuchal, S.C., la primera que se fundó en la localidad», recuerda Montejano.

Estar bajo el cobijo administrativo de una OPFH permite recibir dinero de Europa para mejorar entre otras cosas las instalaciones de la sociedad y la comercialización del producto. Ese dinero llega a través de los programas operativos, un conjunto estructurado de medidas que plantea inversiones durante un periodo de tres a cinco años. La Cooperativa Extremeña de Ajos de Aceuchal ya no puede ahora beneficiarse de estos fondos porque incumple una condición básica: que su producción fuera de la comunidad no exceda el 50 por ciento del total.

Cuatro grandes zonas

Entre una y otra cooperativa, a las que se suman algunos agricultores independientes, en Aceuchal trabajan más de 600 mujeres en torno a este sector y «la producción en este municipio y sus alrededores durante este año puede rondar los 20 millones de kilos», según apuntan desde la cooperativa Ajos Tierra de Barros. Esta cifra sitúa a la región como la cuarta productora de ajo en España, donde hay 26.000 hectáreas.

Por su parte, en el mercado mundial se diferencian cuatro grandes centros de producción y consumo: el centro asiático; el europeo o mediterráneo, conformado por España, Francia e Italia, a los que se anexan Egipto y Turquía por proximidad geográfica; el centro norteamericano, que agrupa a México y Estados Unidos, y el centro sudamericano, conformado por Brasil, Argentina y Chile.

En cuanto a la producción de la Unión Europea, España ocupa el primer lugar y, por comunidades autónomas, la que mayor cantidad de hectáreas dedica a este cultivo es Castilla-La Mancha. A nivel mundial, China es el primer productor, cuyas importaciones directas e indirectas son altamente competitivas con la producción española y comunitaria, puesto que los niveles de precios a que ofertan su mercancía son significativamente más bajos que los precios que se pueden ofertar con el ajo español, principalmente debido al enorme diferencial de salarios existentes entre China y España, así como a los mayores rendimientos que se obtienen.

Salvando las distancias, en cuanto al proceso, es similar en todas las fábricas, con variaciones dependiendo del producto final y el formato.

La campaña comienza cuando se obtienen los ajos de la tierra. Se empiezan a sembrar entre septiembre y octubre y en torno al 15 de mayo de cada año se recogen. En esta ocasión se ha atrasado unos 15 días por el tiempo no demasiado caluroso del mes de abril.

Un poco más tarde, pero en grandes cantidades y de mayor calidad. Así han llegado los ajos hasta las cooperativas y hasta los almacenes en los que se manipula el producto.

Ahora están a pleno rendimiento en las fábricas de Aceuchal, después de vaciar los camiones que transportan el bulbo desde el campo a la cooperativa. Seguidamente pasan por la máquina calibradora y se clasifican por tamaños. El más grande es de unos 70 milímetros y el más pequeño de 38.

Tras ello se almacenan en una nave. «Nosotros contamos con un espacio de 8.000 metros cuadrados y una capacidad de almacenaje de cuatro millones de kilos», aseveran desde la cooperativa Ajos Tierra de Barros. En ella se pueden observar más de 7.000 cajas llenas de ajos, donde el producto se seca y, tras un mes aproximadamente, pasa a una de las ocho cámaras frigoríficas. En ellas se pueden guardar dos millones de kilos, donde permanecen a una temperatura que oscila entre -2,5 grados centígrados y -4,5. «Así se puede conservar durante mucho tiempo y de ahí se van sacando en función de la demanda», apunta Pozo Montejano.

Luego pasan a un horno durante una noche para que alcancen los 30 grados. Al día siguiente empiezan a rodar por las diferentes líneas de fabricación. En ellas, son las mujeres las que controlan todo el proceso. Perfectamente concentradas, sin peder ni un sólo detalle, se encargan de elegir los mejores, aquellos que luego llegarán hasta los supermercados.

Rápido, pero con precisión. Así lo hacen cada día durante siete horas. Flora Ribera Pérez sabe cómo funciona una línea por la que pasan miles de ajos por segundo. Lleva trabajando en el sector más de dos décadas. Hasta noviembre realiza ese proceso y a partir de ese mes empieza a desgranar. «Pierdo la cuenta de los ajos que envaso en un día», dice, mientras no quita ojo de la cinta de la que salen los dientes pelados. Lo hacen después de pasar por un máquina que mediante presión pela los diferentes tipos. Luego son las mujeres las que se encargan de pulir el producto. «El ajo dañado se puede vender más barato, sobre todo para industrias cárnicas», comenta Montejano, quien afirma que «de toda la producción, el 80 por ciento suele ser de «primera calidad».

Tras ese momento, pasan por dos cubas de lavado. En la primera se desinfectan y en la segunda se bañan en ácidos antioxidantes.

Finalmente, hay que envasar en los diferentes formatos. Mallas, cajas de seis kilos, sacos de cinco y diez, bolsas de ajo pelado y botes industriales son algunos de los productos terminados que llegan hasta el cliente.

«La mayor parte de la gente sabe apreciar la calidad de nuestro producto, aunque al ser un sector muy pequeño en la región extremeña es muy complicado hacer fuerza para conseguir reconocimientos o incluso una denominación de origen», coinciden los profesionales. «En total, en Extremadura no producimos muchos millones de kilos de ajo, ya que sólo hay almacenes y cooperativas que se dediquen a este producto en Aceuchal, y eso es muy poco para toda una comunidad autónoma», se lamentan.

Sin embargo, pese a las dificultades, saben que es un mercado que vende tanto fuera como dentro de las fronteras regionales y nacionales.

Mercados

La mayor parte de la producción se comercializa en España. Mucho en regiones como Canarias y Baleares. Pero las cooperativas y empresas de Aceuchal también han conseguido que el ajo extremeño, en sus diferentes formatos y presentaciones, llegue a numerosos destinos internacionales.

En los últimos años, la exportación ha crecido. Portugal es uno de los países que más consume. Es el gran cliente del ajo regional, aunque también destacada Inglaterra y Alemania para ajos de mayor tamaño, e Italia y los países del Este para medianos. Incluso los más pequeños tienen salida en África.

Ahora, el gran desafío es entrar con regularidad a mercados más lejanos como Estados Unidos o Brasil, algo que ya hacen en varias regiones de España y, en menor cantidad, en Extremadura.

En relación a las exportaciones registradas durante 2015, la Mesa Nacional del Ajo destaca que «ha aumentado el volumen y precio medio de los envíos registrados desde España a la Unión Europea y también a terceros países, donde destacan las exportaciones a Brasil que se duplican en relación a 2014 llegándose a las 13.000 toneladas o a Estados Unidos, que se triplican al alcanzar las 7.200 toneladas. En total, hasta el mes de octubre de 2015, España había exportado a todos los destinos 126.000 toneladas, cifra récord jamás alcanzada, y un valor declarado próximo a los 200 millones de euros.

Esos fueron los datos aportados, el pasado mes de febrero en Aceuchal, por la asamblea celebrada por la Mesa Nacional del Ajo, entidad que representa a productores y comercio de este sector en España.

En la reunión estuvieron presentes más de una veintena de miembros procedentes de Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla-León y Madrid y contó con la presencia del alcalde de Aceuchal, Joaquín Rodríguez González, quien agradeció que en esta ocasión la Asamblea haya elegido Aceuchal para celebrar el encuentro, destacando la importancia que tiene el cultivo y comercio del ajo en la economía de los aceuchalenses.

La Mesa analizó por regiones la situación del cultivo en la nueva campaña de 2016, destacando el buen estado del producto, y se abordaron los precios y mercados, subrayándose la solidez de las cotizaciones en la posición salida operador en origen para ajo manipulado, e igualmente en el mercado en la posición punto de venta al consumo.

En cualquier caso, pese a que estamos ante un cultivo de constantes altibajos, hay algo que no cambia. Se consume en todo el mundo y, en España, en grandes cantidades. Y es que en la cocina popular es uno de los protagonistas indiscutibles. El bacalao al pil-pil, las salsas a la vizcaína, los ajetes tiernos o las migas son sólo un ejemplo culinario que pone en valor un producto que, este año, si todo sigue igual, continuará protagonizando una campaña de esas que se recuerden durante mucho tiempo.

Fuente: www.hoy.es

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