El último robo de mangos que padecieron los agricultores de la Axarquía fue hace menos de una semana, y las frutas llegaron hasta el Arahal en Sevilla. Un total de 676 kilos almacenados en varios sacos llenaban el maletero y los asientos traseros de un coche. La fortuna hizo que éste pinchara, y los descubriera un agente de la Policía Local de este municipio cuando trataban de cambiar la rueda.
“Lo mismo de siempre”, lamentó escueto el técnico de frutas y hortalizas de la Asociación de Jóvenes Agricultores (Asaja) de la provincia, Benjamín Faulí, demasiado habituado a escuchar a los agricultores explicar cómo han violentado sus fincas. “No son sólo las pérdidas de las piezas, sino que muchas quedan dañadas en el suelo, también los árboles ya que las cogen rápido dándole tirones y en las parcelas encuentran las vallas destrozadas o los sistemas de riego rotos por citar parte de sus infraestructuras”, añadió.
Una opinión que comparte Faulí quien considera necesario que acudan a la Guardia Civil, a la Policía Nacional o a la Local para que conste en las estadísticas. “Que necesitamos más vigilancia en el campo es un hecho, pero necesitamos que eso se vea en las estadísticas para que se contemplen los refuerzos de cara a un incremento de plantilla de los cuerpos de seguridad del Estado”, expuso el técnico de Asaja.
“Cada vez que entran en una finca, los mil o dos mil kilos se llevan, y su valor de mercado podemos situarlo en 4.000 o 5.000 kilos”, afirmó el presidente de este colectivo, Javier Braun, quien denunció “esas pérdidas cuantiosas sobre todo para pequeños agricultores que necesitan esa fruta para vivir”.
Precisamente, el alto precio de estos subtropicales podría ser la razón que atrae a los ladrones que luego los colocan en comercios y mercados. “También es importante que haya control sobre esta fruta en los lugares donde se vende. Los agentes tendrían que investigar si está bien etiquetada, si tiene factura, su trazabilidad como corresponde a cualquier otro producto. Así sería fácil saber si se está comercializando de forma lícita o no”, señaló Faulí.
Además, se da la circunstancia que mucha de esta fruta que empezó a ponerse en venta de forma ilegal en agosto no estaba todavía madura. “Es fácil de identificar una fruta robada porque está verde y no tienen la forma natural que encontramos cuando ya está para comer”, comentó Braun. Algo, que en opinión del técnico de Asaja también va en contra de la producción ya que a los consumidores novatos puede no gustarles, y por tanto, no repetir una compra en un supermercado.