A partir de 2030 entrarán en vigor en toda la UE las restricciones para la comercialización de frutas y hortalizas en envases de plástico.
Entre otras restricciones, el nuevo reglamento (Reglamento UE 2025/40) de envases prohíbe emplear plástico en formatos por debajo de 1,5 kilos a partir de 2030 en la comercialización de frutas y hortalizas frescas (con algunas excepciones). Aunque esta restricción no es algo nuevo. Diversos países de la UE europea, entre ellos España, ya tienen legislaciones nacionales con requisitos incluso más exigentes que los que plantea el reglamento europeo.
Muchos de los profesionales del sector nos hemos visto impelidos a participar en los diversos foros de interlocución que han tratado este tema a nivel europeo y a nivel nacional. Por nuestra parte, hemos participado en la consulta pública ministerial en España el pasado verano y también hemos colaborado con diversos grupos de trabajo a nivel europeo.
Después de tanto trabajo, se me queda una sensación amarga que parece coincidente con el sector. Parafraseando algunas de las declaraciones públicas de los representantes del sector tras la aprobación de la UE:
- “Todos compartimos el objetivo medioambiental de reducir plástico” (mi comentario: “se puede y ya lo estamos haciendo”)
- “¿Por qué nosotros primero y de manera más restrictiva?” (mi comentario: “Agravio comparativo ¿Dónde está la regulación equivalente para sectores que usan mucho más plástico que nosotros?”)
- “No se tienen en cuenta las especificidades de las frutas y hortalizas frescas, que al ser muy perecederas requiere el uso de envases que garanticen la calidad y la protección durante el transporte” (Mi comentario: “evidente”)
Decía lo de la sensación amarga, pues es uno de esos problemas donde las buenas intenciones y el ineludible problema medioambiental no parece tener una solución evidente. Es un problema complejo de esos que podría ilustrar bien los manuales de resolución de problemas complejos. Las consecuencias de segundo orden saltan a la vista y las de ordenes superiores empiezan a aparecer.
Tras la revisión de los datos* del último año de aquellos países en los que hay en vigor leyes similares, os comparto algunas conclusiones cualitativas:
- La reglamentación permite disminuir el volumen del plástico en porcentajes muy importantes. (Los objetivos de reducción se consiguen)
- Las mermas a lo largo de la cadena de valor se incrementan. La deficiente protección de las frutas y hortalizas frescas tiene un efecto en la pérdida alimentaria. (Efecto esperado y tasado)
- Las reclamaciones y rechazos en destino por defectos evolutivos aumentan. (Efecto esperado y tasado)
- Las mermas en tienda se incrementan muy apreciablemente. Pérdida de frescura acelerada en la estantería de exposición al público (Efecto esperado y tasado)
- Baja “el consumo aparente” apreciablemente. Los consumidores al comprar a granel se llevan menos producto (en kilos/gramos) que el típicamente ofertado en formatos cerrados con peso fijado (tarrinas, bolsas, etc.). (Efecto “inesperado” con gran volatilidad entre diferentes productos)
- Las promociones durante los picos de producción pierden eficacia. Mismo problema que el anterior. El efecto de ofertar formatos con el doble (o triple) de peso del habitual ha sido excepcionalmente efectivo en el pasado para dinamizar los excesos de producción. Esto es clave, en muchas campañas, para evitar los efectos de los “mercados hundidos” durante semanas. Daña gravemente los objetivos de reducción del desperdicio alimentario al no poder comercializar los volúmenes sobrantes. (Efecto “inesperado” con gran volatilidad entre diferentes productos)
- Pérdida de flexibilidad comercial. Al reducir la vida útil potencial, la distancia de trayecto máxima se reduce. Los productos tienen menos mercados potenciales a los que ir. A menores opciones comerciales, más facilidad para incurrir en mermas y pérdidas. (Efecto “inesperado” con gran volatilidad entre diferentes productos)
- La gestión logística se vuelve más compleja y aumenta el tamaño mínimo de envío viable (masa crítica logística). El plástico protector funciona como un buffer (amortiguador) de la emisión de gases (CO2 y Etileno) relacionados con el envejecimiento y la aceleración metabólica de frutas y hortalizas. Prescindir del plástico supone aún más complejidad para la combinación de diferentes productos en los envíos mixtos. Por tanto, más viajes o mayores pérdidas por daños metabólicos. (Efecto esperado, impacto incierto y no medido)
- Incrementará las necesidades de instalaciones de conservación y medios técnicos con una elevación de la energía consumida. Si se quiere mantener la frescura, el estado actual de la distribución en condiciones de atemperación o bi-temperatura no serán suficientes. El plástico actúa también como amortiguador de las condiciones de humedad en el microclima cercano de la fruta. Reconstruir esas condiciones en los múltiples traslados desde origen hasta la tienda sin la inercia térmica y de humedad que proporciona, no es fácil. O mayor inversión y mayor uso de energía o mayores pérdidas. (Efecto esperado, impacto incierto y no medido)
A día de hoy, con estos datos sobre la mesa, soy pesimista. No tengo claro que el balance medioambiental sea netamente positivo.
En honor a la verdad habría que medir también si baja el desperdicio alimentario a nivel de consumidor al comprar menos producto. Y aunque supongamos que la porción que compra sea más ajustada a su potencial de consumo, habremos de convenir que también se lleva un producto a casa con menos días de vida útil.
También deberíamos ser capaces de medir impactos medioambientales entre usos de plásticos y las todas ineficiencias que genera no usarlos (aumento del desperdicio alimentario, reducción de vida útil de los productos, dificultades operativas, mayor uso de energía de origen fósil, impacto medioambiental de nuevas inversiones, etc.)
Para el futuro (que es hoy) el sector ya trabaja en materiales de envasado alternativos, en métodos de acondicionamiento y conservación novedosos, en coberturas naturales, en nuevas variedades con mayor vida útil y en diversas soluciones postcosecha.
El sector encontrará soluciones, como siempre lo hace, pero la pregunta sigue abierta.
“Después de todo este tremendo esfuerzo, ¿el balance medioambiental es netamente positivo?”
Yo no lo tengo claro y me encantaría que se estudiara el problema desvestido de ideología y de prejuicios con todos los efectos “esperados” e “inesperados”. Nos jugamos mucho a nivel sectorial.
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*ATENCIÓN: Son datos propios, no compartibles, incompletos y huérfanos de un modelo de medición medioambiental objetivo. (Y sin embargo, es muy posible que tengamos la mejor base de datos agregados, sobre este tema, a lo largo de toda la cadena de valor de frutas y hortalizas en Europa).