En la actualidad, problemas asociados al aumento de la población mundial o relacionados con el cambio climático, junto con la falta de relevo y mano de obra en la agricultura, están originando grandes cambios en la forma en la que producimos alimentos. Necesitamos producir más con menos y hacerlo de una forma medioambiental, social y económicamente sostenible. En este sentido, la Comisión Europea presentó en 2020 la Estrategia ‘De la Granja a la Mesa’ como una de las iniciativas del Pacto Verde Europeo. Esta Estrategia pretende alcanzar un modelo productivo sostenible para alimentar a una población cada vez más numerosa en un escenario de cambio climático. Entre los objetivos establecidos destaca la reducción en el uso de fitosanitarios y fertilizantes de síntesis, del desperdicio alimentario o la lucha contra el fraude en la cadena de suministro. Para lograr estos objetivos, es imprescindible adoptar tecnología inteligente que impulse un manejo óptimo de todos los procesos productivos y garantice la seguridad y la calidad de los alimentos, mejorando la sostenibilidad, la eficiencia y la transparencia en la cadena de producción y suministro de alimentos, desde la granja o el campo hasta el consumidor.
En este momento, disponemos de sensores capaces de recoger datos e imágenes del campo relacionados con las características, el estado y las necesidades del cultivo. Estos sensores se pueden embarcar en diferentes plataformas como satélites, drones, vehículos o robots agrícolas y ofrecen información sobre problemas relacionados con el riego, la fertilización, el estado de la planta o la presencia de plagas o enfermedades, o realizan predicciones sobre cantidad y calidad de la producción, posibilitando la toma de decisiones óptimas y tempranas sobre el manejo de la parcela. Además, tras la recolección, sistemas basados en visión artificial pueden clasificar el producto en función de parámetros comerciales como el tamaño, el color, la forma o la presencia de defectos, lo que incrementa el beneficio económico, asegurando la calidad del producto y su envío al mercado más adecuado.
La próxima década habrá un gran avance marcado por el uso de los datos y la evolución de la inteligencia artificial. La digitalización, el internet de las cosas y, en especial, el uso de algoritmos de inteligencia artificial, facilitarán la integración de datos provenientes de distintas fuentes, pre y postcosecha, incluyendo datos productivos, meteorológicos, sociales, logísticos o económicos, a lo largo de todo el ciclo productivo. En el campo, veremos la consolidación de los robots agrícolas, capaces de tomar decisiones y realizar operaciones de forma autónoma. Por ejemplo, fertilizar de forma precisa en función del diagnóstico nutricional de cada planta, la calidad del suelo y la evolución del precio de los productos, o cosechar en el momento óptimo y de forma selectiva según el estado de madurez y calidad de cada fruta, el precio que puede alcanzar en destino y las necesidades puntuales del mercado. En postcosecha, se están desarrollando sensores capaces de determinar propiedades fisicoquímicas de la fruta como textura o acidez, contenido en agua, azúcares o grasa, o estimar el índice de madurez. Estos sensores van a facilitar el desarrollo de sistemas automáticos de selección capaces de predecir desde el sabor hasta la vida útil del producto. La integración de los datos generados antes y después de la cosecha, junto con el uso de máquinas inteligentes, permitirá una producción sostenible y a demanda que contribuirá a la consecución del objetivo de producir más, de forma más segura y con mayor calidad, mejorando la vida del agricultor, ajustándose a las demandas del consumidor y utilizando menos recursos.
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