El sector de producción y comercialización de patata en España afronta una campaña 2023/2024 marcada por la incertidumbre que provoca la escasez de semilla. La situación no es nueva, sino que viene de años anteriores, según reconoce el sector: Europa ha prohibido usar insecticidas que evitan el vuelo del pulgón y las materias activas autorizadas son insuficientes. Así lo destacan el director de Meijer Ibérica, Javier Boceta, y el responsable del sector de patata en Asaja Castilla y León y gerente de la cooperativa Aranpino, José Blázquez, que apuntan que este mismo problema se da en las principales zonas productoras europeas, Francia, Holanda y Alemania, que han registrado una merma de superficie de 7.000-8.000 hectáreas. Además, Boceta recuerda que en España no hay suficientes zonas aptas para el cultivo de patata de siembra, un problema extensivo a todo el sur de Europa y el norte de África.
Aumento de costes
Esta situación ha provocado un incremento del coste del cultivo de patata entre 3.000-4.000 euros la hectárea en los últimos años, unido a la escasez de mano de obra y “porque los insumos se han disparado y cultivar una hectárea cuesta entre 8.500 y 10.000 euros por hectárea”, destaca Blázquez, lo que está empujando a muchos productores a cultivar patata de industria, que no padece esta carestía. También hay agricultores que optan por cambiar a la remolacha, señala Mónica Ortega, responsable de Germicopa, debido a su buen comportamiento en los últimos años.
Superficie de cultivo estable
Desde Germicopa se prevé una campaña similar a la del año pasado, “si somos capaces de suministrar patata de siembra al agricultor”, apunta Mónica Ortega, aunque reconoce que se han rechazado lotes por la presencia de insectos. Por su parte, José Blázquez indica que este año ha habido menos cantidad y calibres, “hay problemas para encontrar la variedad y el calibre que uno quiere, por lo que toca reajustar la demanda. Por ello, se sembrarán variedades poco conocidas, lo que supone un riesgo debido al desconocimiento de su comportamiento ante resistencias frente a enfermedades o temperaturas extremas”. Boceta cree que España mantendrá la superficie o, como mucho, caerá entre un 2 y un 3%, mientras en Europa “va a seguir cayendo en otras 2.000 hectáreas la superficie de patata de siembra”. Por su parte, Fepex alerta de que España ha perdido 10.000 hectáreas en los últimos 10 años.
Dependencia del clima
Las lluvias de otoño e invierno presentan un panorama favorable para la cosecha de este año. En el norte de España hay abundantes recursos, y en el sur, aunque la pluviometría ha sido menor, desde Asociafruit consideran que es suficiente para sacar adelante la campaña, pues muchos productores disponen de agua de pozo, además de que cerca de un 70% de los agricultores andaluces cuentan con riego por goteo, que permite ahorrar el 30% del agua. En Castilla y León, las lluvias han retrasado la siembra: “Aquí no hay problemas de agua y casi nunca ha habido restricciones, aunque la campaña dependerá del tiempo”, reconoce Blázquez, que añade que “si la siembra se hace en buenas condiciones, el cultivo no sufre estrés térmico o hídrico y la incidencia de las plagas y enfermedades es baja, habrá buena cosecha, pero es difícil de predecir”. El clima adverso del curso pasado mermó la productividad, que pasó de los 35.000 kilos por hectárea en patata de siembra a unos 30.000, debido a una mala tuberización, indica el director de Meijer Ibérica.
Mercado internacional
El Comité de Patata de Fepex pone la lupa en Egipto, que ha irrumpido con fuerza como nuevo competidor en el mercado nacional de patata temprana: España importó 2.463 toneladas de patata egipcia en 2019, mientras que el año pasado importó 50.488 toneladas, un 1.958% más. En esa misma línea se expresa Boceta, que asegura que Israel no es el problema porque no produce grandes volúmenes, pero “Egipto tiene 6.000 hectáreas de patata que producen 240 millones de kilos”, lo que le otorga una enorme capacidad de “reventar cualquier mercado”. Fepex recuerda que este tubérculo es el producto más importado del sector de frutas y hortalizas en España, por lo que considera necesario realizar un “profundo análisis” pues, en los últimos cinco años, la importación española de patata ha crecido un 30% en volumen y un 60% en valor.
La unión hace la fuerza
Tímidamente, el sector de la patata está dando pasos hacia una mayor organización, pero el agricultor aún es muy individualista, tal y como reconoce José Blázquez, que aboga por profesionalizar más este sector y que los productores se integren en cooperativas como la mejor fórmula de unión y defensa de la patata.