Los exportadores citrícolas sudafricanos (agrupados en CGA, Citrus Growers Asociation) decidieron en 2015 evitar los puertos españoles y concentrar su entrada por el puerto de Rotterdam. De esta manera resolvían de un plumazo la cuestión de superar los rigurosos controles fitosanitarios del Ministerio de Agricultura en España, especialmente para detectar (y rechazar) las partidas que presentaran síntomas de ‘mancha negra’, un hongo que de momento no está en las plantaciones españolas y que inquieta especialmente a nuestros citricultores, porque podría ser muy pernicioso si llegara a entrar y extenderse.
Hasta 2015, gran parte de los cítricos sudafricanos que llegaban a Europa entraban por puertos españoles, puesto que los compraban en verano firmas comerciales españolas, valencianas sobre todo, para completar su oferta a los clientes europeos en contratemporada, cuando aquí no queda producción. Al incrementarse las inspecciones (y los rechazos), los exportadores sudafricanos intentaron primero convencer a las autoridades españolas de que no había razón para tanto rigor y que no debía preocuparse nadie, puesto que dicho hongo no podría reproducirse nunca bajo las condiciones climatológicas mediterráneas. Eso, naturalmente, según ellos. También intentaron convencer a representantes de organizaciones agrarias españolas, buscando su ayuda y cierta complicidad, bajo las mismas argumentaciones de inocuidad y, por supuesto, de colaboración comercial (insistían en que sus cítricos no se solaparían con la producción española, sino que la complementaban).
Cuando los sudafricanos (un ‘lobby’ muy eficaz) vieron que por aquí no podían lograrlo, dieron la ‘vuelta’. Entrarían mayoritariamente por Rotterdam, donde tenían además la seguridad de que los intereses de los importadores jugarían mucho a su favor, como así está siendo. Es evidente que en Rotterdam, como en cualquier puerto del norte, no preocupan cuestiones relacionadas con plagas agrícolas que puedan inquietar seriamente en países del sur; por tanto se limitan a cumplir sólo con los aspectos relacionados con la seguridad alimentaria, la de los consumidores, no la seguridad de los productores del sur, que se encuentra seriamente amenazada.
En apoyo de esta estrategia trabajan empresarios, organismos y laboratorios holandeses. Sorprendentemente, Holanda ha copado buena parte de los laboratorios europeos de referencia frente a plagas y enfermedades hortofrutícolas, un hecho que puede ser muy relevante. Vuelta a lo mismo: no hay la misma preocupación ni sensibilidad en unos sitios que en otros. Al contrario, en Holanda interesa facilitar que entren cítricos de Sudáfrica por Rotterdam. No en balde los holandeses ya figuran en las estadísticas como segundos exportadores citrícolas europeos. Lo que entra de fuera, que lo distribuyen a otros países. El negocio es el negocio, y por eso no se paran en medianías. Tratan de influir en normativas fitosanitarias, y lo consiguen. Algún eurodiputado español ha revelado que cuando se planteaban estos problemas, otros colegas de los Países Bajos sonreían, como diciendo: ‘ya podéis pelear, que el pescado está vendido’. Como que, llegado el caso, no hubo empacho para que científicos holandeses se prestasen a certificar con pruebas engañosas que la ‘mancha negra’ no podía prosperar en la cuenca mediterránea. Y cuando se ha detectado el caso positivo de Túnez, procuran echar balones fuera y en Bruselas apenas hacen caso, impera el silencio. El ‘lobby’ sudafricano trabaja y le ayuda su ‘amigo invisible’.
Fuente: Las Provincias