En el 2020, el sector agroalimentario español ha demostrado en su conjunto, una vez más, su capacidad de reacción, adaptación y resiliencia ante las dificultades. Todos los eslabones de la cadena se han esforzado enormemente por garantizar el abastecimiento de los productos frescos en un entorno de total incertidumbre y se ha vuelto a poner en valor el papel de la agricultura española, el que realmente merece.
Las empresas y cooperativas agroalimentarias colaboramos estrechamente al principio de la pandemia para compartir el aprendizaje y estrategias para abordar lo desconocido, entendiendo que era una lucha conjunta.
En definitiva, ha sido un año disruptivo y transformador de nuestras vidas, de nuestra cultura empresarial e incluso de nuestras normas sociales. Y mucho me temo que, aunque el recién comenzado 2021 viene cargado con un halo de esperanza, también le siguen acompañando numerosos retos a los que tendremos que seguir haciendo frente como individuos, como empresas y como sociedad.
Estos primeros meses van a ser duros, no sólo tendremos que afrontar la ‘Tercera Ola’ (si es que alguna vez hemos salido realmente de la segunda), sino también cambios políticos, perspectivas económicas desfavorables y, como bien conocemos en el sector agroalimentario, las posibles inclemencias meteorológicas que ha inaugurado ‘Filomena’.
Es tiempo de andar con pies de plomo, pero a la vez de no detenerse en el camino
Además, las restricciones a nivel mundial están ya causando estragos en el sector y hay que seguir apostando por revertir esa tendencia en el futuro.
Así, al 2021 llegamos con incertidumbres, pero también con un cierto rodaje. Ya sabemos que es importante definir estrategias en el corto plazo, pero no perder la perspectiva a medio-largo. A corto, creo fundamental apostar por estrategias de diversificación y disminución de riesgos inmediatos, mientras que, en el medio-largo plazo, debemos seguir teniendo en mente los retos que ya existían en el mundo pre-pandemia y que, aunque momentáneamente eclipsados, siguen más que latentes (sostenibilidad, optimización de recursos y procesos, digitalización, mejora de la competitividad, relevo generacional…).
Este año continuaremos también apostando por mantener nuestro estándar de servicio a nuestros clientes, por la fidelización de los nuevos, la diferenciación de nuestros productos y por maximizar la rentabilidad de nuestros agricultores proveedores.
Es tiempo de andar con pies de plomo, pero a la vez de no detenerse en el camino y aprovechar esta crisis disruptiva como oportunidad de cambio para todo aquello que, en un sector tradicionalmente conservador como el nuestro, se ha ido posponiendo.