En los últimos años se han incrementado y potenciado los acontecimientos climáticos adversos. El año pasado tuvimos periodos muy prolongados de sequía, con mermas importantes de las producciones, y este año lluvias torrenciales, como la DANA en Valencia que ha arrasado cultivos y una gran pérdida de producción a término y daños en los frutos.
Con la innovación en variedades de semillas y plantas se puede combatir en parte estos efectos. Es imprescindible conservar la capacidad de producir alimentos y asegurar la viabilidad y sostenibilidad del sector productor y de toda la cadena. Hay que apostar por la innovación, y esto no es sencillo. Una nueva variedad supone entre 10 y 12 años de desarrollo y entre 1 y 3 millones de euros.
Por ello, las empresas de semillas van a tener un gran protagonismo en el futuro, están en contacto constante con los productores y conocen de primera mano todo lo que ocurre, ya que en España existe un importante polo de investigación para el desarrollo de nuevas variedades vegetales. De los 76 centros de I+D+i de nuestros asociados de ANOVE en España, 28 se ubican en Andalucía (principalmente en Almería) y 28 en Murcia. Esto no ocurre en ninguna otra parte, y está vinculado con que España sea una potencia exportadora de frutas y hortalizas. La innovación llega muy rápido a los productores, pero podría tardar menos.
«El periodo de obtención podría reducirse a 2-3 años,
en lugar de los 10-12 años actuales»
En ese punto, es importante para el desarrollo de los cultivos y para competir con el cambio climático el desarrollo de tecnologías avanzadas de edición genética. Es esencial. Ya existen en el mundo variedades resistentes a sequía, a la salinidad del agua, otras que evitan la oxidación al cortar el fruto (impacto en el desperdicio alimentario). España es un laboratorio de cambio climático y, lo que ocurra aquí, acabará llegando al resto de Europa. Los legisladores deben mirar con más detenimiento la realidad y eludir las presiones de algunos grupos medioambientales que evitan contrastar con la ciencia sus posiciones maximalistas.
Para conseguir alimentar a una población creciente, con el impacto del cambio climático y los efectos producidos por los cada vez más frecuentes conflictos geopolíticos, es necesario incrementar la productividad de los cultivos en un 30%. Sabemos que sólo la investigación en I+D+i es responsable por sí misma de más de un 50% del incremento de la productividad. Por ello, es urgente acelerar la obtención de nuevas variedades un 20% más que actualmente, pero solo será posible si se pueden utilizar las mejores herramientas: la edición genética. Europa debería apostar más por la ciencia y menos por las ideologías.
La edición genética está regulada ya en más de 20 países potencialmente competidores con España y la UE. En la mayoría de ellos se considera que las variedades obtenidas son indistinguibles de las desarrolladas por métodos convencionales y, por tanto, no es necesario realizar ningún seguimiento o control específico. En otros casos, las aprobaciones se producen caso a caso comprobando la seguridad del producto obtenido.
En Europa, el acento se pone en la gestión del riesgo y en la información al consumidor. Cuenta con la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), que evalúa la seguridad alimentaria, y en el caso de las NGTs (técnicas de edición genética) ha emitido dos informes que aseguran que estas variedades son indistinguibles de las producidas con métodos convencionales. Y dispone, además, con más informes que verifican que a día de hoy no existen métodos científicos que puedan identificar si una variedad ha sido producida utilizando alguna de las técnicas de edición genética que se recogen en la propuesta. Por tanto, no es posible trazar las importaciones a la UE de productos que se estén beneficiando de estas técnicas y estarán compitiendo con productos que no se puedan beneficiar de las ventajas de variedades mejoradas por estas herramientas. Es profundamente injusto.
Ventajas
Las variedades resistentes podrían llegar a los productores mucho más rápido e incorporar resistencias que son complejas de obtener. El periodo de obtención podría reducirse a 2-3 años, en lugar de los 10-12 años actuales. La edición genética es una fuente esencial para obtener variabilidad genética y encontrar ahí características que interesan para incorporar a las nuevas variedades, y esto es esencial cuando aparecen plagas cada vez más rápido y muchas veces con altos grados de incidencia y daños en la producción.
La edición genética va a revolucionar la agricultura. La duda es si Europa se podrá beneficiar de esta revolución. Es una contradicción que el modelo de agricultura europeo promueva prácticas de reducción de abonado y fertilización y, en paralelo, bloquee el desarrollo varietal que podría compensar los efectos de estas reducciones. Pero el mundo no se detiene, Europa ¿se volverá a quedar atrás otra vez?
Por favor acepte el consentimiento de cookies