Este 8 de julio, la revista Mercados nos ofrecía la noticia siguiente:
Asaja calcula una caída del 22% del valor de la producción hortofrutícola en Almería
La lectura del comunicado de ASAJA, recogido por nuestra revista, me llenó de perplejidad.
Por un lado, se nos informa que “la superficie invernada ha alcanzado las 33,100 hectáreas, lo que representa un incremento del 0,61% en comparación con la campaña anterior. Además, la superficie en producción, considerando los dobles ciclos, se ha situado en 49,316 hectáreas, un 1% más que la campaña pasada.”
Sigue habiendo empresarios que están invirtiendo su dinero en potenciar los invernaderos de Almería y que creen en su futuro.
Esta noticia se ve confirmada por la evolución de los precios de la tierra, en este caso de las hectáreas de invernaderos, en Almería, como nos confirma el portal idealista.com.
En cuanto al canon de arrendamiento habría subido en el 2023 un 4% según Ibercaja[1].
Estos datos dibujan un panorama de cierta confianza, y de confianza cierta, entre los inversores por un lado y los arrendatarios por otro.
En el mismo comunicado de ASAJA que comentamos, se nos informa que “en cuanto al impacto económico y caída de precios a pesar del incremento en producción, el valor de esta ha disminuido drásticamente en un 22%, debido principalmente a la caída de las cotizaciones en todos los productos agrícolas. Este descenso en los precios ha afectado significativamente los ingresos de los agricultores, a pesar de los esfuerzos por mantener la estabilidad en la producción.”
En otras palabras, la rentabilidad de los invernaderos en Almería estaría decreciendo dramáticamente. Una bajada del 22% del valor de la producción, con la inflación de costes energéticos, laborales y de input que hemos sufrido dibuja un panorama absolutamente desolador.
¿Qué está pasando?
Comprende ahora el sufrido lector porque he empezado este artículo hablando de mi perplejidad.
Como confío plenamente en la capacidad analítica de los compañeros de ASAJA-Almería, la pregunta es si es posible que las dos cosas sean ciertas al mismo tiempo. Y la respuesta que me doy es que sí, es posible.
Es posible si estamos asistiendo a un cambio estructural importante dentro del sector. Por un lado, una parte profesionalizada, comercialmente competente, con costes de producción ajustados por una buena gestión técnica de su explotación, dinámica y que cree en el futuro.
Por otro lado, una parte del sector quizás más envejecida, menos profesional, menos innovadores en su forma de producir y comercializar se enfrentaría a un presente, y un futuro, poco motivador.
Por cierto, este desarrollo dual no sería un caso único, se está produciendo en toda la agricultura y la ganadería española, y sobre todo en las producciones más dinámicos como son las hortalizas de invernadero, el aceite de oliva, el almendro y el pistacho, el ganado porcino…
Si esta interpretación tiene sentido, y estaría encantado que algún lector asumiera la iniciativa de confirmarla o desmentirla, se abren muchas preguntas a las que no tengo respuesta: ¿Hay que dar prioridad a los agricultores con claro futuro y organizar la salida progresiva de los menos eficientes? ¿Hay que centrar el apoyo público en la clase media productiva que podría tener futuro con un empujoncito y dejar volar a los que ya vuelan por si solo?
No tengo respuesta, aunque tengo intuiciones y, también en este caso, estaría encantado de compartir estas (y otras) preguntas con los lectores y escuchar distintas respuestas.
[1] https://agroinforma.ibercaja.es/noticias/prensa/el-precio-de-la-tierra-de-cultivo-en-almeria-sigue-al-alza.aspx