En la última década, España ha aumentado la superficie de caquis desde las 5.827 hasta las 18.057 hectáreas, según los resultados de la Encuesta sobre superficies y rendimientos de cultivos (Esyrce) 2010 y 2019, respectivamente, del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA).
La provincia de Valencia (15.807 ha en 2019) es la que más ha apostado por la producción de esta fruta de origen asiático, seguida a gran distancia por Huelva (917 ha), Sevilla (415 ha), Huesca (247 ha) y Tarragona (243 ha).
La campaña 2020 comienza tras la producción récord de más 400.000 toneladas de 2019, año en el que los precios en origen estuvieron por los suelos y en el que se tuvieron que retirar del mercado 5.126 toneladas cuyo destino fue la alimentación animal o su reparto gratuito a través de bancos de alimentos.
La cifra del pasado año es la que el sector baraja ya para una campaña sin mermas, que de nuevo se han producido en 2020 por el exceso de humedad tras la continuas lluvias de primavera en Valencia y la aparición de plagas como la del cotonet, «la negrilla» o, en la recta final, la Mycosphaerella.
Para esta temporada, la asociación agraria Unió de Llauradors ha calculado un aforo de 315.000 toneladas en Valencia, mientras que la asociación agraria AVA-Asaja y la denominación de origen (DO) Kaki de la Ribera del Xúquer sitúan la cifra por debajo de las 300.000 toneladas.
Los precios, según apuntan los primeros contratos de compraventa, están por encima de los costes de producción -que con la covid-19 este año se han incrementado-, ya que se sitúan en un horquilla de entre 25 y 32 céntimos por kilo.
El presidente de la DO Kaki de la Ribera del Xúquer, Cirilo Arnandis, ha apuntado a Efeagro que para él «el caqui sigue siendo un producto de futuro», que «tendrá que adaptarse a la realidad», que ahora pasa por el Pacto Verde y la propuesta de un recorte del 50 % en el uso de fitosanitarios para 2030.
«Ir hacia una Europa más verde está bien, pero -puntualiza- siempre que no se quite una medicina para las plantas que funciona sin tener un sustituto que haga las mismas funciones», ha asegurado en alusión a la paulatina eliminación de sustancias activas de productos fitosanitarios en la agricultura comunitaria.
Arnandis parte de la premisa de que el caqui es una fruta que «necesita mucho cuidado» y lamenta que ahora sufra enfermedades que antes no tenía, «como el cotonet», pese a que «su producción está muy controlada con muchos tratamientos».
En un futuro, un alto coste de tratamientos alternativos «puede hacer que la actividad no sea rentable para la agricultura y el mercado, y habrá agricultores que cambien y otros que sigan con el caqui, porque es incontestable que es un gran producto», ha comentado.
El vicepresidente de Asaja en la Comunidad Valenciana, Bernardo Ferrer, ha reconocido que hace unos años había «ilusión» por ampliar el número de hectáreas de caqui, porque era «un cultivo minoritario y altamente atractivo».
En unos años -precisa- puede convertirse en «inviable, porque la climatología está cambiando» y «faltan soluciones para los problemas de las plagas», como la reducción de sustancias activas de fitosanitarios o la lucha integrada contra algunas de ellas con depredadores naturales de forma masiva.
«Todo depende de la voluntad de Bruselas y del MAPA, al que hemos pedido que traslade a la Comisión que se haga una excepción, como ha conseguido el Gobierno de Italia, para poder continuar utilizando la materia activa Metil Clorpirifos tras su prohibición a partir de esta campaña».
Ferrer también ha mostrado su preocupación por si al final no hay un acuerdo comercial de la Unión Europea con Reino Unido a partir del próximo año, porque el mercado británico es de gran poder adquisitivo y uno de los principales destinos del caqui español, junto a Alemania y Francia.