El momento es muy delicado. Es suficiente con ver las movilizaciones, tractoradas y manifestaciones que en el último mes se vienen sucediendo, en la capital y por todo el territorio nacional.
Los agricultores, ganaderos y pescadores, en definitiva, todo el sector primario, el que produce lo que comemos en su origen, se ha ‘levantado en armas’ para defender su futuro y el de sus explotaciones, y seguir extrayendo del campo, sus frutos; del ganado, su carne y leche, y del mar, sus pescados, sin arruinarse en el intento. Les asiste la razón, puesto que, en muchos casos, perciben unos precios por sus productos que no cubren ni los gastos fijos mínimos de su crianza y recolección.
Partimos de un mercado libre y el principal hándicap que se encuentran nuestros agricultores es que, en ese mercado global español, se oferta más producto del que se demanda. Al enemigo, sin duda, hay que identificarle, no se puede equivocar.
Lo que más influye en que el precio de origen no cotice al alza es la entrada de producto similar de otros países, con menos respeto por las normas de salubridad que sí rigen en España y en Europa y se exigen a nuestros agricultores. Además, estos productos foráneos se cultivan con una mano de obra más barata y entra masivamente hundiendo precios de origen.
Sinceramente, creo que es un error querer culpar a los eslabones posteriores de que su producto no valga. El comprador siempre tratará de conseguir el mejor precio y si se encuentra con un excedente de oferta, tensiona los precios a la baja. La mejor forma de contrarrestar la posición de dominio de ese comprador de supermercado o gran central de compra es que haya un equilibrio entre la oferta y la demanda y que el agricultor pueda hacer valer su producto a un precio razonable.
Buenos profesionales, en todos los ámbitos
Pero, hay que reconocer la sabia reflexión también de nuestro sector primario. Reconocen la necesidad de unos buenos sectores mayoristas y minoristas, que comercialicen adecuadamente lo que ellos producen. Saben que son insustituibles. Si el agricultor y ganadero dedica 365 días al año, 24 horas al día, para producir mucho y bueno, no puede desviar tiempo y energía para distribuir capilarmente a los hogares. Sin duda, necesitan de esa distribución para repartir lo que ellos producen.
Por todo ello, habría que focalizar el problema en tratar de equilibrar oferta y demanda, para que los precios en origen sean los adecuados y hagan rentables y sostenibles esas explotaciones.
No es de recibo, ni posible eliminar los canales intermedios; para alimentar más de 45 millones de españoles es precisa toda la cadena alimentaria funcionando bién y sin exclusión de nadie. Si se eliminase la distribución y se mandase al paro a fabricantes de semilla, jornaleros recolectores, envasadores, transportistas, fabricantes de cajas, mozos, carretilleros, frigoristas, administrativos, comerciales, mayoristas, dependientes, minoristas, fruteros, etc., serían casi cuatro millones más al paro y el consumidor y el agricultor deberían pagar en su declaración de la Renta 200 veces más para pagar el paro a estos españoles.
En la búsqueda de esas soluciones:
- Defender con contundencia nuestras producciones en Bruselas, ante la competencia desleal de productos de otros países cultivados con pesticidas, herbicidas o fertilizantes que en Europa y España no están autorizados.
- Suspender –de momento–, racionalizar y formar en el uso del Cuaderno Digital, que tanto exclaviza a ganaderos y agricultores.
- Ayudas directas para minimizar costes, gasoil agrario, financiación de materiales, invernaderos, etc.
- Ayudas y garantías de precios, que sean rentables y viables para esas explotaciones; propiciar formación y relevo generacional.
- Formar y aportar destinos nuevos para exportar a nuevos países, con la ayuda de ICEX y Comercio Exterior.
- Defender y Pelear una P.A.C. justa y que no les deje desamparados ante políticas pseudoverdes que no son viables.
- Abandonar políticas ultraanimalistas, que trituran a ganaderos y sus animales y conceden todos los privilegios al lobo; corregir errores groseros que se amparan en un equivocado bienestar animal.
La biodiversidad debe legislarse con los agricultores y ganaderos, no con una Agenda 2030 hecha en un despacho pisando moqueta por gente que desconoce que si el campo no produce, la ciudad no come.
Hay muchas otras soluciones pero, en definitiva, lo importante es proteger nuestra soberanía alimentaria. En caso contrario, lo pagaríamos muy caro.
Fuente: Más Interés Madrid