Bueno, pues parece que ya las nubes negras escampan, el consumo se ha recuperado de alguna manera, el temor y las reservas que han caracterizado los pasados 10 años se están convirtiendo en movimientos audaces y por momentos hasta temerarios. Las crisis lo reajustan todo, revuelven y redimensionan todo, quienes las sobreviven con frecuencia acaban en otros sitios, en otros planos. El instinto nos obliga a adaptarnos y cambiar de actitud, de filosofía, de reglas, de lugares, de despachos…
Al equipo de ZERYA nos ha hecho movernos mucho, acudir a numerosas empresas, diseñar bastantes planes, trasmitir información y acompañar en ese viaje filosófico a muchos productores, afortunadamente. De ahí que tenía mi blog mudo durante muchos meses, los mismos que han sido verdaderamente vertiginosos viendo como ocurrían cosas que llevábamos años esperando, y nos ha dado el tiempo justo a reaccionar y atender tantas peticiones.
Pero este nuevo tsunami de cambios ¿es la salida de la crisis? O es una especie de metamorfosis de lo mismo que hemos vivido. Nadie puede negar que el panorama sigue siendo complicado, quedan pocas personas o empresas que mantienen las mismas actitudes pre-crisis y durante-la-crisis, y algunas dan la sensación de que las acompaña un buitre que está esperando su caída. Doña Crisis aún tiene algunos platos reservados para el postre, aún no hemos visto todo.
Uno de los elementos de este “billete al final de la crisis” ya lo mencioné en mi post de mayo de 2014 que titulé La responsabilidad que viene. Pues bien, ya ha llegado, la gestión y el relato de la responsabilidad socio-ambiental forma parte inequívoca de los mecanismos que están ayudando a las empresas a salir de la crisis, manteniendo y ampliando sus bases de clientes, en el sector agroalimentario es ineludible. Las redes sociales y las herramientas modernas de monitorización y control ya no dejan más salidas. Permanecer en el negocio agroalimentario pasa por gestionar todos y cada uno de los aspectos relacionados con el medio ambiente y el impacto social, integrarlos todos, enlazarlos con los sistemas productivos, parametrizarlos, ser capaz de reportarlos y comunicar esos reportes de forma relevante. Se produzca lo que se produzca, alguien de la cadena de suministro va a pedir en algún momento esos reportes y más vale demostrar que se tiene (y se ha tenido) iniciativa y que ya se está manos a la obra con estos asuntos, so pena de perder cuentas y de perder programas.
Es el momento de tener listos unos planes de mitigación de impacto ambiental y de hablar, en serio, de agricultura libre de residuos. Sin estos elementos muy pocos productos seguirán en el mercado dentro de 5 años o 10, siendo muy generosos. De cierta forma salir de la crisis del 2008 está trayendo otro tipo de crisis en 2018 y cuesta mucho encontrar técnicos cualificados para acometer los cambios. La presión por demostrar la responsabilidad ha aumentado a una velocidad inaudita y ahora todo es urgente, solo los previsores, los que empezaron hace 4 o 5 años a trabajar en esto están un poco más tranquilos. Quienes lo han dejado para última hora están sufriendo un poco, o quizá bastante. A veces es caro ignorar las señales o no querer escuchar, pero nadie experimenta en cabeza ajena.
Pese a todo, hacer ese tránsito hacia una forma de producir más ordenada y más consciente resulta satisfactorio. Aprender a respetar la naturaleza y a mejorar en la responsabilidad social a menudo implica “desaprender” otras cosas, hacer limpieza mental, despejar, podar las ramas secas, dejar sitio para los renuevos. El trabajo es arduo pero muy gratificante; de pronto las empresas encuentran que tienen otras cosas que contar sobre sí mismas, que los atributos conseguidos para su producto no solo son apasionantes, son tremendamente desafiantes. Salir de un huevo o de una crisálida es un acontecimiento vital, y en sentido figurado lo es también para una empresa. Marca un antes y un después. Su empresa o su departamento, ¿en qué momento está?