José Beltrán, gerente de Patatas Beltrán
Cartagena, más allá de su historia milenaria, es también la cuna de un esfuerzo silencioso y admirable: el de sus agricultores, que han convertido un terreno marcado por la escasez de agua y la salinidad del suelo en un laboratorio de innovación agrícola. Allí, donde muchos verían límites, ellos han visto oportunidades.
En estas tierras, la necesidad ha sido el motor de la creatividad. Los agricultores de Cartagena no solo han aprendido a convivir con las adversidades, sino a dominarlas. Con técnicas avanzadas de riego por goteo, aprovechamiento sostenible de recursos hídricos y una constante investigación en variedades adaptadas al entorno, han dado vida a una patata que hoy brilla con fuerza en los mercados internacionales. Una patata que no es solo un producto, sino el resultado de la lucha, la experiencia y la dedicación.
La calidad de la patata de Cartagena no es casualidad. Cada grano de tierra, cada gota de agua utilizada con precisión quirúrgica, y cada jornada bajo el sol mediterráneo conforman el secreto de su excelencia. Estos agricultores no solo cultivan, innovan. Han convertido su entorno en un laboratorio de ideas, donde la tradición se une con la tecnología, donde el pasado convive con el futuro.
Hoy, Cartagena se alza como referente mundial de patatas de alta calidad. No solo han logrado superar las dificultades, sino que han establecido un estándar de producción que muchos intentan seguir. Han demostrado que, cuando el conocimiento, el esfuerzo y la pasión se alinean, no hay límites.
Es esta tierra, bañada por el mar y trabajada por manos incansables, la que nos recuerda que la grandeza no está en lo que te falta, sino en lo que haces con lo que tienes. Y Cartagena, con su gente y su sabiduría, es el mejor ejemplo de ello.