Este año 2022 está siendo duro en términos económicos. Sin haber cerrado aún el capítulo de la pandemia, la subida imparable del precio de bienes y servicios de todo tipo ha creado un panorama de incertidumbre con la guerra en Ucrania como telón de fondo.
Todo esto pasa factura a los consumidores, tanto en términos figurados como reales. Una encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) revela que el incremento del IPC y el impacto de la guerra están influyendo de manera decisiva a los hábitos de consumo, en distintos ámbitos: «Reaccionamos a la carestía de la vida con una clara contracción del consumo», señala la entidad. De hecho, el 75% de los encuestados han modificado sus hábitos de consumo de energía, agua, sus hábitos de movilidad o lo relativo a sus compras y la alimentación.
Esos cambios van desde bajar la calefacción o dejar de usar electrodomésticos, a comprar las marcas más baratas, dejar de adquirir alimentos no esenciales o consumir menos pescado o carne. Por supuesto, se han recortado gastos de ocio, como dejar de salir a bares y restaurantes, cambiar planes de vacaciones o aplazar viajes…
Lo cierto es que en esta situación, 2 de cada 10 encuestados dicen que está empezando a tener dificultades para pagar facturas de energía, en torno al 10% ha dejado para otro momento afrontar gastos relativos a la salud: ir al dentista, comprar gafas, ir al médico o al psicólogo… y el 7% está teniendo dificultades para hacer frente a gastos relacionados con la educación de los hijos.
Aunque son mayoría los que piensan que las subidas de precios de la energía y el combustible comenzaron antes de la invasión rusa de Ucrania, no están las cosas tan claras en lo que respecta a los precios de otros bienes, como los alimentos: casi la mitad de los encuestados hacen coincidir el aumento de los precios de la comida con la guerra.
En cualquier caso, 2 de cada 3 usuarios opina que la guerra de Ucrania ha afectado algo o mucho a sus hábitos de consumo, a la situación económica e incluso a la calidad de vida en general.
Preguntados directamente sobre las repercusiones económicas del conflicto, el 80% piensa que han subido los precios de varios productos, incluso aunque no estén directamente relacionados con la crisis; el 76% está convencido de que los precios del combustible van a seguir aumentando en el futuro; y el 73% opina que también pasará lo mismo con los precios de gas y electricidad. No es extraño que 7 de cada 10 usuarios declaren que el conflicto les ha hecho ser más conscientes de nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
Y aunque son mayoritariamente conscientes (74%) de que las sanciones económicas contra Rusia afectarán también al resto de las economías occidentales, dos tercios de los encuestados cree que la Unión Europea debe seguir aplicando esas sanciones, aunque esto tenga consecuencias en los Estados miembros. De hecho, el 57% de encuestados manifiesta estar dispuesto a renunciar a cierta comodidad en su vida diaria si eso ayuda a luchar contra la invasión rusa de Ucrania.
«La realidad es tozuda, y los datos no son positivos: el IPC adelantado de mayo se ha cifrado en el 8,7% y la inflación subyacente (que elimina la energía o los alimentos frescos», recuerda la OCU.
El consumidor comprueba cada día que llenar la cesta de la compra supone un desembolso cada vez mayor. No es de extrañar que cuatro de cada cinco encuestados se manifiesten abiertamente pesimistas y consideren que los precios de la energía y los carburantes seguirán subiendo, y que el 63% de los encuestados afirme que prefiere no gastar ante la incertidumbre económica.
Y lo peor es que uno de cada tres consumidores no tiene suficientes ahorros para afrontar nuevas subidas de precio en los próximos meses.