Esta nueva estrategia europea espera, entre otros objetivos, alcanzar en el horizonte 2030, que el 25% de la superficie de cultivo europea sea ecológica, y una reducción del 50% el uso de fitosanitarios y el 25% de fertilizantes.
“Es una medida alegre y atrevida, además de poco concreta”, sentenció Carlos Palomar, director general de AEPLA, quien protagonizó la postura más crítica ante este proyecto europeo durante la sesión. Palomar declaró apoyar este objetivo de control en el impacto de la producción a nivel global, pero “no sin saber cómo”.
Además, en su intervención, declaró que cada año hay nuevas plagas y se requiere de innovación y nuevas soluciones, sean del tipo que sean, para combatirlas, y “no hay que confrontar biodiversidad con agricultura, hay hueco para todo”.
Por su parte, Tomás García Azcárate, consultor agroalimentario, definió la nueva estrategia como “una llamada al sector para cambiar el chip de toda la cadena hacia el consumidor y hacia la biodiversidad, que marca una dirección por discutir y analizar”.
Para cumplir con los objetivos sostenibles de esta estrategia europea “De la Granja a la Mesa”, Azcárate enumeró las carencias que el sector de frutos rojos debe superar para adaptarse, especialmente ante su posición de líder europeo, “lo que lo pone en el punto de mira de todas las atenciones”. En esta línea, el sector ha realizado grandes mejoras en los últimos años, pero aún tiene frentes que abordar, como son los pozos de Doñana y el problema de la vivienda de los temporeros. En este sentido, recomendó al sector de frutos rojos anticiparse al riesgo reputacional y, por ende, comercial, que causan estos problemas sociales y medioambientales y ponerle solución de una vez. “Cerrar los pozos no es una opción, sino una necesidad”, argumentó Azcárate, quien añadió que resistirse al cierre de los pozos “es una batalla perdida” porque no se puede luchar contra las exigencias del consumidor en lo que a medio ambiente se refiere. “Hay que darle la vuelta y al final conseguir que comprar frutos rojos españoles signifique proteger Doñana”, detalló.
Otro frente a desarrollar es, para Azcárate, los envases, ante la necesidad de potenciar aún más su reciclado y promoverlo con formatos biodegradables y/o comestibles.
Ante estos frentes abiertos, Azcárate enumera una serie de agentes o herramientas que pueden ser aliados para poder combatirlos, como es la tecnología, las certificaciones, el Plan de Desarrollo Rural Andaluz, los ecologistas, los periodistas, los sindicatos de los trabajadores y el Plan Estratégico Nacional.
Philippe Binard, delegado general de Freshfel Europe, organización que ha demostrado una preocupación por la viabilidad de este proyecto europeo, enumeró los aspectos positivos y negativos de esta estrategia. A favor, detalló su prioridad por fomentar el consumo de fruta y hortaliza y la protección de la biodiversidad. En contra, comentó su ambigüedad en algunos puntos como la promoción del consumo, “para la cual no hay medidas claras”; además, Binard considera que el hecho de haberse desarrollado de forma previa al COVID-19, le hace estar desfasada “porque el mundo ha cambiado”, entre otros argumentos.
A todo ello, añade que existe falta de coherencia entre las políticas europeas, ya que “se lucha contra el cambio climático, lo que a su vez cada año provoca más enfermedades, pero se reducen las sustancias activas”.
Para Binard, De la Granja a la Mesa, en definitiva, afecta a la competitividad del producto europeo.