A día de hoy, la buena reputación de la agricultura española está fuera de toda duda. Y no es casualidad, sino el resultado del buen trabajo realizado desde hace décadas, cumpliendo con todos los controles sanitarios, adaptándonos -sin fisuras- a nuevas normas y a la legislación nacional e internacional, cumpliendo con las necesidades de nuestros clientes y de los consumidores, produciendo incluso cuando la pandemia lo puso más difícil, garantizando el abastecimiento de la población en todo momento y, siempre, ofreciendo la mayor calidad, por mencionar algunos aspectos. Todo ello, con la mirada en el futuro, apostando por el empleo en el ámbito rural, la modernización tecnológica y la sostenibilidad del sector.
Mantener esa buena imagen sin defraudar a quienes han confiado, y confían, en nosotros es el principal objetivo que nos marcamos en la próxima década. Pero sabemos que no será fácil. Tenemos por delante unos años en los que el nivel de burocracia y los controles al sector agrícola se van a intensificar, lo que llevará a que, si no se modula urgentemente, acabe por expulsar a la parte más débil de la producción.
En la Región de Murcia, la amenaza constante del recorte del Trasvase Tajo-Segura pone en el foco la incertidumbre en cuanto a la cantidad de agua de que vamos a disponer, su calidad y cuál será su precio. Sin duda, es uno de los puntos que más nos preocupa, pues sin agua no hay agricultura. Pero también las nuevas leyes que, como nos ocurre muy a menudo, no tienen en consideración las particularidades del sector. Ya lo hemos visto con el nuevo impuesto del plástico y sabemos que seguirá ocurriendo.
«Los nuevos requerimientos de las leyes europeas darán lugar a un sector más profesionalizado»
No obstante, podemos presumir de ser un sector con una gran capacidad de adaptación y resiliencia. Estoy convencido de que, aunque con esfuerzo y sacrificio, conseguiremos superar todas las trabas que surjan en el camino y, como hasta ahora, será una oportunidad para salir fortalecidos. Con toda probabilidad, los nuevos requerimientos de las leyes europeas darán lugar a un sector más profesionalizado, en el que ganarán fuerza los desarrollos tecnológicos y terminarán de posicionar a la agricultura española como una de las más avanzadas del mundo.
Así que no nos queda más que pensar que todos lo cambios que están por venir, y las batallas que vamos a tener que lidiar, son asimismo una oportunidad para, por un lado, poner en valor todo el trabajo que llevamos hecho hasta ahora, y por otro, seguir mejorando y demostrar que somos capaces de cumplir con los estándares que nos demandan la sociedad y el planeta.
Con todo ello, no solo saldrán beneficiadas las empresas y los profesionales del campo, sino también quienes cada día consumen nuestros productos y por quienes haremos todo lo que sea necesario para que sigan disponiendo de las mejores frutas y hortalizas del mundo, las producidas en el sureste español.