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Los precios de cebollas y patatas se desploman en el campo

La actual campaña de cebollas y patatas ha vuelto a poner al descubierto los graves desequilibrios que imperan en la cadena agroalimentaria.

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La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) alerta de que los precios que los operadores comerciales están ofreciendo a los productores se han desplomado en las últimas semanas hasta el extremo de situarse un 40% por debajo de los costes de producción. Mientras tanto, esas cotizaciones se multiplican hasta por diez del campo al consumidor.

Tras un inicio difícil con la cebolla tierna, la recolección de la cebolla seca se caracterizó por una recuperación de los precios. Tanto es así que AVA-ASAJA denunció una ola de robos en varias comarcas valencianas coincidiendo con la mayor demanda. Sin embargo, la introducción de importaciones foráneas, sobre todo de Nueva Zelanda, que además llegaron a Europa de golpe a causa del bloqueo accidental del Canal de Suez, está siendo utilizada por las compañías comercializadoras como pretexto para presionar los precios a la baja de la producción autóctona.

El responsable de la sectorial de hortalizas de AVA-ASAJA, Salvador Sabater, constata que “nuestras cebollas están en perfectas condiciones para ser recogidas y consumidas. Venimos de un abril muy lluvioso en el que no podíamos avanzar porque la tierra tenía de estar seca. Pero justo ahora, por culpa de la irrupción de las importaciones, las compras se han paralizado e incluso escuchamos casos de comercios que tratan de revisar a la baja los tratos cerrados hace unos días”. Las últimas cotizaciones que se manejan en la huerta han caído hasta los 10 céntimos de euro por kilo, una cantidad ruinosa muy lejos de los costes de producción –en torno a los 0,20 €/kg– que llevaría a muchos agricultores a destruir sus cosechas. Por el contrario, en muchos puntos de venta al público el precio se eleva a 1 €/kg.

En el caso de la patata la situación también se está volviendo alarmante: “No hay una gran producción, la calidad es excelente, pero entre las importaciones y la posición de dominio de la gran distribución alimentaria, que usa la patata como producto reclamo, no podemos vender a un precio razonable que al menos cubra los costes”, lamenta Sabater. Según varios testimonios, los precios ofrecidos por el comercio ya bajan de los 20 céntimos por kilo, cuando solo la recolección supera los 6 céntimos. Mientras tanto, los supermercados ponen a la venta las patatas a precios medios de 0,80 €/kg, es decir cuatro veces más.

El presidente de AVA-ASAJA, Cristóbal Aguado, apela “a la responsabilidad de la gran distribución y de los consumidores para primar el producto de proximidad a precios justos en lugar de sustituirlo por importaciones con una gran huella de carbono venidas desde países de ultramar, en algunos casos como Nueva Zelanda que están en la otra parte del planeta, a 20.000 kilómetros de distancia. Las cadenas no pueden ser colaboradoras del cambio climático, porque esta estrategia comercial es absolutamente incoherente e incompatible con la sostenibilidad ambiental que pregona la Unión Europea. Los envíos generan enormes emisiones contaminantes durante su transporte marítimo y suelen emplear materias activas fitosanitarias prohibidas en la agricultura comunitaria. Asimismo, el producto foráneo no tiene la frescura, la calidad y la seguridad alimentaria que sí garantiza el nuestro, además de que al consumidor no le llega barato. Los abusos de la cadena alimentaria no se resolverán mientras la clase política siga permitiendo e incluso impulsando la introducción de todas las importaciones que entran y de la manera descontrolada y desleal que entran”.

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