Una nueva amenaza comercial se cierne sobre el sector citrícola de España. Viene derivada de las negociaciones para un acuerdo de desarme arancelario entre la Unión Europea y los países del Mercosur. Como ha venido ocurriendo desde antes de que España lograra ingresar en el Mercado Común Europeo (la UE actual), los cítricos, como la mayoría de las producciones hortofrutícolas, se utilizan por parte de los negociadores como moneda de cambio, de lo que se deriva que la parte europea (en este caso la española) acaba perdiendo posiciones en favor de la competencia.
Lo peor de todo es que esta vez, en contra de lo habitual en estos casos, que es negar la mayor, desde Bruselas se reconoce que no hay más remedio que actuar así. Hay prisas por culminar este acuerdo con Mercosur. Mandan los grandes condicionantes geopolíticos, los movimientos de Estados Unidos o China, la necesidad de hacerse notar desde Europa que hay un talante favorable hacia Iberoamérica, los intereses de los sectores industriales y proveedores de infraestructuras, que desean posicionarse cuanto antes con firmeza en el Cono Sur…
La Comisión Europea no tiene remilgos en aceptar que necesita algo que ceder en estas negociaciones para conseguir reequilibrios en otros sectores. ¿Y en qué se va a ceder? A ver, ¿qué tienen para exportar a lo grande los países iberoamericanos y que a la vez compran los países del norte de la UE, que son los que mandan? Frutas y verduras de todo tipo. Cítricos más que nada, y zumo de naranja. Europa consume ingentes cantidades de zumo de naranja industrial, y la gran potencia mundial es Brasil, cuyas compañías principales (Citruseco, Cutrale, LDC…) ya están tomando posiciones estratégicas en el viejo continente. Citruseco ha alquilado la fábrica de zumos del grupo lácteo Pascual en Palma del Río (Córdoba) y LDC está invirtiendo en el transformado.
Los negociadores del acuerdo reconocen que tienen que ceder para lograr otros equilibrios
Mercosur lo integran actualmente Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela. Bolivia está en proceso de adhesión y Chile, Colombia, Ecuador y Perú figuran como estados asociados. Es decir, de una forma u otra, toda Sudamérica (menos las Guayanas: Surinam, Guyana y la Guayana Francesa).
En todos ellos hay grandes oportunidades para infinidad de sectores europeos de la industria y la construcción y es ahí donde la UE desea obtener desarmes arancelarios. El equilibrio ha de estar en conceder otras ventajas en contrapartida. Y nada más a mano de que los sectores hortofrutícolas, el citrícola y el del zumo de naranja. Los colosos brasileños se aprestan a terminar de conquistar el mercado europeo.
No son bromas ni pequeñeces. Brasil es el primer productor mundial de cítricos y la mayor parte de la cosecha se destina a producir zumos, concentrados, congelados o frescos directos. Sus compañías disponen de modernos buques cisterna refrigerados que colocan sus zumos en los puertos de Rotterdam, Liverpool, Amberes o Hamburgo a coste mínimo. Son líneas marítimas que funcionan en la práctica como ‘zumoductos’. Y es evidente que todo el consumo en la UE de zumos importados va en detrimento de la producción propia europea, española en este caso. Y en Brasil han logrado parar el avance del ‘Greening’ que mata los cítricos, a diferencia de Florida, donde el mal sigue avanzando y ha dejado su industria de zumos bajo mínimos.
El problema para la citricultura española, derivado de las nuevas ventajas arancelarias que Bruselas quiere conceder al Mercosur, va en dos direcciones: llegarán más importaciones de fruta fresca y también de zumos. Podríamos pensar que la producción industrial de zumos en España es residual, pero eso era antaño; las cosas han cambiado radicalmente en los últimos años. Actualmente se destina a la transformación entre el 17% y el 20% de la cosecha, especialmente calibres pequeños o menos comerciales en fresco, frutos con defectos en la piel, etc. Eso tiene una repercusión clara sobre el resto de la cosecha al revalorizarla, porque se aparta lo menos vendible y no se desperdicia. Además su precio industrial actúa como una especie de referencia en el campo: cualquiera sabe que en fresco ha de pagar por encima, porque está dicha alternativa.
Pero otra cuestión preocupante es que la UE considera aún que hay complementariedad entre las ofertas de un hemisferio y otro, y por tanto poco daño, porque cuando aquí es invierno allá es verano, y al revés. Sin embargo no tienen en cuenta que eso ha evolucionado mucho y cada año hay más problemas de solapes, porque los productores del hemisferio sur tienden a producir más temprano y más tardío para exportar mayores cantidades a Europa, coincidiendo con la producción española, que van desplazando. Y no hay complementariedad comercial, porque las exportaciones citrícolas españolas al hemisferio sur siguen siendo escasísimas.
Fuente: LasProvincias.com