LA UNIÓ de Llauradors i Ramaders está elaborando un estudio, coincidiendo con la COP25 que se celebra en Madrid, en el que ya se puede avanzar que las emisiones de gases contaminantes de efecto invernadero (GEI) que generan las importaciones de productos de países terceros en la Unión Europea son cada vez más importantes y que sólo el pasado año, con una pequeña muestra de algunos países y producciones, generaron más de 345 millones de kilos, mayoritariamente de C02, pero también de metano, oxido y monóxido de nitrógeno, azufre, plomo, entre otros; o algunos de ellos cancerígenos y altamente contaminantes como es el caso del mercurio y el arsénico.
El estudio de LA UNIÓ sirve a modo de ejemplo para ilustrar los problemas de los gases contaminantes, aparte de otros, que generan las importaciones procedentes desde lejanos países situados a miles de kilómetros. En la muestra de LA UNIÓ se han estudiado las importaciones de Brasil (cítricos en fresco y zumo), Sudáfrica (cítricos en fresco), Myanmar y Camboya (arroz), Nueva Zelanda (cordero), Argentina (cítricos en fresco y carne de vacuno), EEUU (frutos secos, fundamentalmente almendra), Chile (uva de mesa) y Australia (cordero).
El transporte marítimo es el principal causante de estas emisiones de GEI a la atmosfera ya que contamina mucho más que el terrestre. De acuerdo con los primeros datos que se desprenden de ese estudio, cuyos datos detallados serán presentados próximamente, los zumos de cítricos de Brasil por su volumen representaron en 2018 el 29% de la emisión de gases contamienantes de efecto invernadero, el 22% el arroz de Camboya y Myanmar y el 21% los cítricos de Sudáfrica.
Carles Peris, secretario general de LA UNIÓ, señala que “los primeros datos de este informe son reveladores acerca de la magnitud y el gasto que supone traer productos importados desde tan lejos. En estos momentos en los que hay que trabajar para mitigar el cambio climático deberían servir para reflexionar sobre la desmesura de los acuerdos internacionales sin ordenación, o la necesidad de regular cupos cuando en la Unión Europea haya suficiente producto para abastecer el mercado comunitario. No hace falta por tanto importar en determinados momentos porque con ello se pone en peligro la calidad, sostenibilidad y los precios justos para consumidor y productor”.
Una apuesta por el consumo de productos europeos repercutiría sin duda alguna, según LA UNIÓ, “a disminuir el problema del calentamiento global, puesto que hay que tener en cuenta que buena parte de lo que comemos se ha producido a muchísimos kilómetros de distancia y el transporte hace crecer mucho la huella ambiental. La dieta mediterránea es además la de menor impacto ambiental. Una reciente investigación de la UOC ya avanzaba que la apuesta por un modelo alimentario de proximidad implicaría una reducción del 72% de la emisión de gases de efecto invernadero y un descenso del 52% del consumo de energía”.
Fuente: Agroinformacion