El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) dice que sostenible es aquello que se puede mantener durante un largo tiempo sin agotar los recursos o causar daño al medio ambiente. Algo que, a priori, parece sencillo, extrapolado al sector hortofrutícola, no lo es tanto, sobre todo, porque aquí hablamos de sostenibilidad global: desde un punto de vista técnico, económico, medioambiental, social, e incluso, cultural. Y todo ello sin perder de vista que, para sobrevivir, el sector debe ser rentable.
De hecho, combinar rentabilidad agrícola y sostenibilidad es, para Héctor Vidal, especialista para el desarrollo de productos de hoja y brásicas de Syngenta, “el reto actual” que enfrentan las casas de semillas en estos cultivos. Pero no solo ellas, también los productores, que por un lado cuentan con un producto muy comoditizado con una rentabilidad cuestionada; y, por otro, deben hacer frente a la “urgencia medioambiental” -como la define el experto agroalimentario Carlos Buxadé-, la concienciación ciudadana, e incluso, a la presión legislativa.
Pero, ¿qué es ser sostenible cuando de cultivos de hoja se habla?
1. En campo: optimizar el uso de recursos y tratamientos contra plagas y enfermedades.
2. En el almacén: evitar mermas y desperdicios, mejorando la vida útil del producto.
Para lograrlo, casas de semillas y productores han puesto en marcha distintas estrategias, que van desde la mejora varietal introduciendo nuevas resistencias, variedades aptas para la automatización del campo al almacén, e incluso, con una postcosecha prolongada; hasta la implementación de sistemas de riego más eficientes, la apuesta por el autoconsumo energético o la reducción del plástico en el envasado de productos, entre otras iniciativas.
Lechugas aún ‘más verdes’
Resistencias que eviten tratamientos y mejoras en la vida útil son dos de los pilares que sustentan hoy día el desarrollo varietal en este cultivo. Las primeras son clave para “aportar valor a toda la cadena, desde el productor hasta el consumidor, que exige productos más limpios”, insiste Giuseppina Inturrisi, Marketing Specialist de Enza Zaden. La segunda contribuye a reducir el desperdicio alimentario y, en el desarrollo varietal, se traduce en puntos de corte más pequeños en las Baby Leaf o Multileaf, minimizando la oxidación, o en la introducción de cualidades como Knox™, de Rijk Zwaan.
Mecanización y alta densidad
Es para muchos el futuro más inmediato del sector. Y no solo pensando en mejorar su rentabilidad, sino también en la escasez de mano de obra, que se agrava cada campaña. Prácticamente todas las casas de semillas cuentan con variedades pensadas para la siembra, recolección y manipulación mecánica. Esto implica que, en la mayoría de los casos, también deben plantarse a alta densidad, optimizando el uso del suelo y recursos para lograr mayores rendimientos. Sin embargo, reconocen que aún existe más de un hándicap para su implementación.
En este sentido, José Luis Pérez, promotor local de Vilmorín-Mikado Ibérica en el Campo de Cartagena, apunta que “ni siquiera los principales operadores del sector han logrado implantar la mecanización al 100% en el cultivo de Multileaf, es más, no han llegado ni al 50% de su producción”.
La propia idiosincrasia del sector, conformado por pequeños agricultores, dificulta acometer las inversiones necesarias para implementarla. Además, son necesarios terrenos arenosos, uniformes, variedades también muy homogéneas… Y por si todo esto fuese poco, “hay cultivos que, por su morfología, como puede ser la lechuga Iceberg, resultan menos propicios a la hora de mecanizar”, comenta Óscar Peñalver, responsable de cultivos de hoja de Bejo.
A pesar de todo, “es una tendencia que se irá imponiendo”, afirma Carlos del Espino, Account Manager Salads de BASF, ya que “la siembra y recolección resultarán más fáciles para el productor, que además obtendrá un producto de mayor calidad y rendimientos más altos”.
La rentabilidad sostenible es, por tanto, el objetivo.