Esta es una historia algo enrevesada y digna de un guión para una serie televisiva, que muestra la guerra comercial soterrada que mantiene el lobby citrícola de Sudáfrica con los productores europeos y los organismos de la UE respecto a los controles a la naranja importada de aquel país, por si se encuentran en ella patógenos declarados de cuarentena, como así ha ocurrido en un sinfín de ocasiones.
Una de las principales plagas de cuarentena que pueden llegar a Europa con los cítricos sudafricanos es la ‘mancha negra’, causada por el hongo Phyllosticta citricarpa o Guignardia citricarpa. Tiene tal denominación porque, efectivamente, provoca multitud de manchas negras en la corteza de los frutos, que quedan sin valor comercial. También ataca a las hojas, causando un debilitamiento paulatino del arbolado. En suma, una plantación afectada por esta dolencia tiene un problema muy gordo, que no tiene cura absoluta, obliga a tratamientos continuos con fungicidas y desemboca en importantes mermas de producción y rentabilidad, hasta dejar de ser viables las fincas afectadas.
El hongo de la ‘mancha negra’ está muy extendido en diversos países citrícolas de otras regiones, pero no se encuentra de momento en la cuenca mediterránea, y a ello se dirigen los esfuerzos de los productores y organismos europeos, a intentar que el patógeno siga estando lejos y se mantenga la producción de aquí libre del mismo.
Dichas medidas se concretan en un protocolo que deben seguir los exportadores sudafricanos -y de otros países- para vender sus cítricos en la UE, de un modo similar al protocolo que han de cumplir los exportadores españoles para vender en Estados Unidos, China o Japón, aunque en estos casos es todo muy riguroso y no tanto cuando se trata de lo contrario, de aceptar importaciones.
El protocolo que han de seguir los sudafricanos obliga a tratamientos en origen y destino y, naturalmente, inspecciones técnicas, lo que a menudo se ha traducido en rechazos, que no les han sentado nada bien a los sudafricanos ni tampoco a los importadores europeos, normalmente de países como Holanda, Bélgica, Gran Bretaña o Alemania, por cuyos puertos entran ahora la mayor parte de los cítricos de Sudáfrica.
Para intentar librarse de dicho protocolo, el lobby citrícola sudafricano patrocinó un estudio científico que llega a la aparente conclusión de que el hongo que causa la ‘mancha negra’ se encuentra en países naranjeros de la UE, seguramente desde hace siglos, y en cambio no se ha manifestado la dolencia, lo que probaría sobre el papel la tesis que vienen manteniendo los sudafricanos desde hace tiempo: las condiciones climatológicas no facilitan que la plaga progrese en la cuenca mediterránea europea. Por tanto, no tendría sentido ningún temor, ni mantener el protocolo. Daría igual que llegaran naranjas sudafricanas contaminadas con el hongo, porque no hay peligro, de manera que mejor sería levantar las barreras fitosanitarias.
Pura falacia. Los organismos europeos no se dejaron convencer y se encargó un contraestudio a la EFSA (autoridad europea en seguridad alimentaria). Los 27 expertos que lo han realizado acudieron a los mismos lugares (geolocalizados) que supuestamente analizaron los sudafricanos y no encontraron nada. Ni rastro de hongos Guignardia. Por tanto el planteamiento sudafricano hace trampas, no tiene base ni rigor. Conclusión: se mantienen todas las reservas necesarias para que se intensifiquen los controles y se evite que la dolencia de las naranjas del hemisferio sur pueda anidar en la citricultura europea.
El Comité de Gestión de Cítricos, que agrupa a la mayor parte de los exportadores valencianos y del resto de España, ha señalado además que los sudafricanos no han jugado limpio en este asunto y han contado con la colaboración interesada de organismos e institutos de Holanda, país que se distingue por favorecer antes a Sudáfrica que a sus socios europeos (el puerto de Rotterdam es la principal entrada de las importaciones).
Los supuestos científicos del estudio sudafricano recogieron sus muestras de análisis de jardines, áreas urbanas o marginales y nunca de fincas citrícolas en explotación regular. Ni siquiera se dieron a conocer ante colegas de institutos locales, no contrastaron la información, no se garantizó la trazabilidad y la custodia de las muestras, y todo ello evidencia la sospecha de que se trataba de una maniobra en busca de la conclusión de partida, que afortunadamente ha desmontado el posterior estudio de la EFSA.
Fuente: Las Provincias