Alfredo Lacasa explicó que “la bremia y el fusarium son hongos que han ido ganando terreno en los últimos años. Si en el año 2000 en la Región de Murcia no teníamos prácticamente presencia de ambos, hoy en día tenemos muchas razas presentes en las plantaciones de lechugas”. Ambos hongos se dispersan gracias a los vientos, las mismas labores de producción, los arrastres del suelo por lluvias o por animales de paso, entre otros factores. Por ejemplo, subrayó que, “el inóculo puede permanecer en los estiércoles del ganado que consume los restos del cultivo”.
Pare estos patógenos, especialmente en el caso del Fusarium, afortunadamente hay soluciones y medios de control tales como evitar la diseminación del inóculo por las herramientas, optar por ciclos de cultivo en épocas de temperaturas poco propicias para el desarrollo del hongo, elegir variedades con resistencia, la desinfección del suelo por medios químicos o no químicos como la biosolarización o la biodesinfección, la aplicación de fitosanitarios o el uso de agentes de biocontrol, esto últimos dos no muy satisfactorios, según Lacasa.
Cayetano Fernández Product Manager West Europe Enza Zaden aclaró los diferentes tipos de resistencia en las lechugas intentando dilucidar hacia dónde va el cultivo de este vegetal. “Es importante tener claro de qué hablamos cuando nos referimos a la resistencia. Si la lechuga es susceptible significa que el hongo se multiplicará a un alto nivel, el producto morirá en una etapa temprana y el rendimiento se verá totalmente afectado. La resistencia intermedia se refiera a que las plantas se puede ver afectadas porque hay presencia de patógeno pero la propagación se retrasa, el cultivo puede mostrar síntomas del hongo, si hay un alto nivel de inóculo en el suelo podría causar la pérdida del cultivo; Pero si tenemos una lechuga con resistencia alta, no hay propagación del hongo en el cultivo manteniendo su tasa de rendimiento, el cual no se ve afectado incluso con una alta presión de la enfermedad en el suelo y pudiéndose dar múltiples ciclos de cultivo sin síntomas”.
Si bien en el año 2010, los meses con riesgo de fusarium eran los del verano únicamente, en 2020 ya se alargaron hasta noviembre y en 2023 atañen de abril a diciembre. En el caso de bremia, si en el año 2000 afectaba de octubre a abril, en 2023 solo queda sin afectar de mitad de julio a mitad de agosto.