Para algunos de los más habituales agoreros basta recurrir a eso tan socorrido de que «era una muerte anunciadas», o aquello de «ya lo decía yo». Para otros, los más, el desenlace constituye una gran sorpresa. Por toda la geografía hortofrutícola valenciana se ven campos de caquis repletos de fruta que ya no se recolectará y se perderá irremisiblemente, y al mismo tiempo aparecen, en menor medida, campos de granados que han sido arrancados cuando apenas habían llegado a entrar en producción.
¿Qué ha ocurrido?, se preguntan los menos informados sobre la evolución del mercado de estas frutas en los últimos meses. ¿Pues no decían que tenían tanto futuro?, se cuestionan quienes prefieren ir del todo a la nada, o al revés, sin términos medios.
Lo más probable es que ni tenían toda la razón los profetas que predicaban que se podrían crecer sin fin, ni la tienen quienes ahora, a la vista de lo sucedido, presagian que no hay remedio y que el desastre seguirá extendiéndose. Ni euforia excesiva ni derrotismo porque sí. Lo más seguro es que estemos ante una realidad más de ‘reajuste’, como tantas veces, con esto y con cualquier tipo actividad. Se crece y se crece al arrimo de éxitos en el vecindario, de expectativas más o menos fundadas; luego viene el reposicionamiento, los que resisten menos se van y quedarán los que tengan que quedar.
Lo cierto es que kakis y granados, que se presentaban como las grandes alternativas para los cítricos y otras producciones, ya no lo son tanto, aunque en algunos foros se siga postulando que su plantación tenga futuro. Y seguro que hay casos y casos; dependerá de situaciones, variedades, clientes, técnicas de producción, acceso a mercados… Porque una cosa es evidente: en este tipo de productos resulta fundamental estar ‘en el circuito’, es decir, contar con canales seguros de comercialización. Aquí no es cuestión de quedarse esperando al posible comprador, que igual no llega ya, o que ya no está.
Por el momento, lo que vemos por ahí es que se quedan muchas cosechas en los campos. Las heladas también han contribuido a ello, porque el caqui es muy sensible a un solo grado bajo cero. Y se destruyen plantaciones (de caquis y de granados) incluso sin haber llegado a entrar en plena producción.
Fuente: http://www.lasprovincias.es