La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), el Banco Mundial y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) han aprovechado la reunión extraordinaria de los ministros de Agricultura del G20 del pasado martes, día 21, para hacer pública una declaración conjunta sobre el impacto del COVID-19 en la seguridad alimentaria y la nutrición. Ponen así el foco en la importancia de mantener un comercio agroalimentario fluido que garantice el abastecimiento a nivel mundial.
En la citada declaración estos organismos afirman que la pandemia supone “un desafío sin precedentes con profundas consecuencias sociales y económicas, que ponen incluso en peligro la seguridad alimentaria y la nutrición”. Para los firmantes, el COVID-19 ya está afectando a todo el sistema alimentario y, de prolongarse esta situación en el tiempo, las consecuencias para el comercio de alimentos podrían ser devastadoras.
En este sentido, llaman la atención sobre las restricciones a los desplazamientos –dentro de los propios países y entre países-, que “pueden perturbar toda la cadena de suministro de alimentos y afectar a su disponibilidad”. Y ponen el acento sobre dos cuestiones fundamentales: la falta de mano de obra en el campo, agudizada por el cierre de fronteras a los trabajadores y que podría dificultar el desarrollo de algunas campañas; y una posible falta de insumos para el agro como consecuencia de esas limitaciones a la movilidad. De momento, el suministro de estos productos está garantizado, aunque el cierre de fronteras y los mayores plazos en las entregas de algunas materias primas –el menor número de personal en aduanas retrasa el comercio- podrían suponer un hándicap en un futuro no muy lejano.
Todas estas cuestiones podrían provocar, según recoge la citada declaración, “graves problemas para la producción”, comprometiendo, incluso “la seguridad alimentaria” por la falta de herramientas para sacar adelante los cultivos. Circunstancias que podrían golpear aún con más fuerza en aquellos países con menores recursos.
Por todo ello, la declaración recoge la necesidad de dar respuestas coordinadas en todo el mundo y redoblar esfuerzos para garantizar el buen funcionamiento de las cadenas de valor agroalimentarias. Asimismo, aboga por promover la producción y disponibilidad de alimentos diversificados, inocuos y nutritivos para toda la población, dando prioridad a “la salud de los consumidores y trabajadores, respetando las medidas de seguridad como la realización de pruebas, el distanciamiento físico y otras prácticas higiénicas”.
Actualmente, reconocen que “el mercado de alimentos está bien abastecido”, pero insisten en que se debe garantizar que siga habiendo una “fuente estable, transparente y fiable de alimentos”.
No hay una crisis de producción
A diferencia de crisis anteriores, como la de los años 2007 y 2008, en la que las condiciones meteorológicas redujeron drásticamente la oferta de alimentos en todo el mundo, aumentando los precios, en esta ocasión, desde la FAO insisten en que no hay una crisis de producción, no faltan alimentos.
La clave está, por tanto, en tomar medidas colectivas que garanticen el correcto funcionamiento de los mercados y, para ello, es fundamental que todos los operadores del sector primario cuenten con información fiable sobre el desarrollo de los distintos mercados. “Ello reducirá la incertidumbre y permitirá a los productores y comercializadores tomar decisiones en materia de producción y comercio, así como limitar el pánico en los mercados mundiales”.
Y es que, como ocurriera en esa crisis de 2007 y 2008, el pánico podría traer consigo la prohibición de las exportaciones para abastecer los mercados internos si la psicosis se apodera de los consumidores e inician una nueva fase de acaparamiento de alimentos.