La agricultura, la ganadería y la silvicultura es el único sector económico con efecto sumidero de dióxido de carbono (CO2) y las absorciones del mismo se estimaron durante 2020 en 36,6 millones de toneladas de CO2. Dado que las emisiones de estos gases contaminantes en el agro español ascienden a 38,2 millones de toneladas, al descontar los 36,6 capturados, el balance neto de emisiones se reduce a 1,6 millones de toneladas, lo que representa únicamente el 0,68% de las emisiones totales en España (234,9 Mt). Así concluye la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) a partir de la nota informativa sobre el Avance de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero correspondiente al año 2020 publicado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
El presidente de AVA-ASAJA, Cristóbal Aguado, señala que “el Gobierno reconoce con datos estadísticos oficiales que el sector agroforestal español, entre lo que contamina y lo que descontamina, apenas tiene una insignificante incidencia en las emisiones. El 14% del cómputo total que le asigna a la agricultura y ganadería se queda en apenas un 0,6% cuando se tiene en cuenta su contribución en captura de carbono, por no hablar de su papel fundamental en la lucha contra la erosión y la desertización, la prevención de riesgos forestales, el fomento de la biodiversidad, la fijación de población en las áreas rurales o la preservación paisajística”.
“Por eso no se sostiene –prosigue Aguado– que los mismos políticos de Valencia, Madrid y Bruselas que son conocedores del papel medioambiental de nuestros agricultores y ganaderos, quienes en muchos casos también gestionan espacios forestales, lleven décadas culpabilizándonos de manera absolutamente infundada del cambio climático. No hay nadie más verde que nosotros, no somos los grandes contaminantes como reiteran, no somos el problema. Somos parte de la solución y, si en lugar de criminalizarnos y de castigarnos con políticas más y más restrictivas nos ayudaran a garantizar una rentabilidad digna, todavía aportaríamos muchísimo más al cuidado del planeta”.
El dirigente agrario valenciano se pregunta entonces: “¿Por qué nos acusáis de la contaminación? ¿Por qué centráis los esfuerzos en el sector que solo tiene el 0,6% de las emisiones netas? ¿Qué estáis escondiendo detrás de las nuevas exigencias ambientales de la PAC, de la falta de reciprocidad en los acuerdos comerciales con terceros países, de la hipocresía del Pacto Verde o de la demonización de la carne? Cada vez resulta más evidente que la estrategia comercial de la UE va dirigida a reducir al máximo la producción agraria europea con el objetivo de comprar más alimentos foráneos, aunque no sean tan sostenibles, para poder vender otros productos industriales o de servicios a esos países. Y en esa artimaña los ecologistas radicales ejercen el papel de cómplices necesarios para llevarla a cabo, a pesar de que los números oficiales dejan en evidencia que nuestro sector agroforestal es el más respetuoso del mundo con el medio ambiente”.