La campaña de recolección del cítrico acaba de arrancar en la comarca de la Vega del Guadalquivir con las variedades más tempranas, y lo hace lastrada por la falta de agua, aunque con las buenas perspectivas que está abriendo el mercado asiático. Según el avance realizado por el presidente de la asociación de profesionales citrícolas Palmanaranja, Antonio Carmona, aproximadamente el 20% de la naranja de la comarca podría llegar en los próximos meses a Asia. Un territorio al que algunas organizaciones de productores como Sunaran se han acercado en los últimos años, en este caso a Corea del Sur. «Se intuía que eran mercados que iban a ser muy importantes para el cítrico, una tendencia que se está confirmando y consolidando», comenta.
Este nuevo lugar de destino para el género «va a influir muchísimo en el sector», no sólo a la hora de exportar, sino porque descongestiona de alguna manera el mercado europeo y provoca que no esté tan saturado, valoró Carmona. Por tanto, dicho mercado -dada su magnitud-, está adquiriendo cada vez más peso y, además de demandar gran cantidad de fruta, también se muestra bastante exigente. Así, el porcentaje final de producto que se exporte «va a depender un poco de la calidad que tengamos y de los calibres», concretó.
Para esa consolidación entre los clientes de países orientales, las sociedades agrarias de transformación (SAT) realizan un estricto tratamiento del producto que abarca desde la recolección, su paso por el almacén o la temperatura de los contenedores de carga -entre cero y dos grados centígrados-. Son condiciones «más rígidas» en comparación con el mercado europeo debido a que el cítrico debe aguantar 30 días en perfectas condiciones hasta llegar a su destino.
En cuanto a las previsiones de producción, el responsable de Palmanaranja calculó que habrá una disminución del 4%, con previsibles mermas de hasta el 10% en variedades pioneras como la navelina respecto al año pasado. Y es que el factor meteorológico está siendo el gran condicionante de este inicio de campaña, sobre todo la falta de lluvia. En este sentido, la preocupación de los agricultores es notable pese a que de cara a esta temporada han podido salvar la cosecha gracias al riego, tanto en las huertas cercanas al río Guadalquivir como en las Genil. Las miras, no obstante, ya están puestas en 2018-2019 porque algunas comunidades de regantes han alertado de que si no llueve, «no habrá agua suficiente para obtener una buena cosecha», lamentó el presidente de Palmanaranja.
En cuanto al estado de la naranja, los citricultores se muestran sorprendidos debido a que los análisis internos arrojan un «índice de madurez muy alto para la fecha», según Carmona, lo que está relacionado con las altísimas temperaturas registradas en verano. Esto ha generado unos índices elevados de azúcares y zumos.Entre naranjos y con los recolectores de fondo, el propietario de una finca palmeña, Gustavo Serrano, habla con este periódico de una campaña «un poquito más complicada» por la escasez de agua y en la que «las temperaturas son bastante anormales con respecto a las fechas que estamos». Coincide, eso sí, en la existencia de un producto con «buena calidad y buen tamaño». Su primera impresión, además, es que la demanda es elevada. Respecto a las lluvias de hace unas semanas, «de poco han servido», dice. Y de manera muy gráfica, describe: «Han sido como un vaso de agua».
En estas 20 hectáreas de terreno agrícola, 15 jornaleros recogen con ritmo continuo la navelina, una variedad por la que se están pagando entre 18 y 15 céntimos por kilo al agricultor en el árbol -como aparece en la lonja de precios-. «Es el precio que ha de tener la naranja para que haya dinero para todo el mundo», valora el productor. Actualmente, parece que soplan nuevos vientos para el sector: «En los años de atrás ya no había más aire en los pulmones para aguantar, pero llevamos un par de campañas en que los precios se están volviendo más lógicos», valora Serrano.
En relación a la citricultura andaluza, el técnico del Ifapa Francisco Arenas recalcó la «solidez» y el aumento al año de 500 hectáreas en este tipo de cultivos, sobre todo en la zona occidental de Sevilla, Huelva y Córdoba. Todo ello, unido a la reconversión de fincas antiguas con nuevas variedades como mandarinas e híbridos. En definitiva, salvo el plano meteorológico, echa a andar una campaña citrícola sin malas expectativas, un motor económico que deja 450.000 jornales por temporada en el Valle del Guadalquivir.Fuente: http://www.eldiadecordoba.es