Empezó el curso con fuerza. Nos fuimos de vacaciones después de la campaña más intensa que recuerdo en mis años de agrónomo. Y al volver de quince días de descanso parecía como si todo el mundo se hubiera tranquilizado.
Agosto ha servido para calmarnos, para ordenar los cerros de papeles que nos ha dejado la burocracia durante los meses en que no podíamos atenderla todo lo bien que pide y para afrontar el nuevo curso mejor planificados y con más fuerza.
Aumentar la calidad de nuestros productos, tratando de mantenernos en los mismos o menores costes y alimentar la máquina de exigencias administrativas es un reto que sólo conseguiremos con mucho trabajo y afición por lo que nos gusta: el campo. ¿Nos acompañas?