Incertidumbre, miedo al futuro o impotencia son sentimientos que han vuelto a nosotros con la guerra de Ucrania, un conflicto en el corazón de Europa. Cuando ya estábamos saliendo de la crisis y alcanzando la recuperación, esta situación nos deja desolados, ya que va a provocar que el impacto económico (esto es muy atrevido, porque ni los mismos economistas prevén cómo puede acabar la cosa) sea de tal magnitud que cambiará la forma de vivir en Ucrania y Rusia, y por supuesto, al final, afectará a toda Europa.
Esta crisis económica producida por la guerra está recrudeciendo los problemas heredados de la anterior provocada por la pandemia, de desaceleración del crecimiento y del aumento de la inflación, como consecuencia de la subida del precio de las materias primas. La guerra está endureciendo la recuperación. El gas y la gasolina se han disparado y algunas otras materias primas también, como explica Fernando Faces en su blog de San Telmo.
Imagino que más de uno ya está notando la situación en los costes, algo que hará inviable, si no se repercute en el precio final de los productos, seguir suministrando alimentos. Creíamos que esta situación sería estacional, pero con la guerra se ha recrudecido mucho más.
¿Qué reacción va a tener la distribución ante esta situación?, ¿se verá abocada a tener que comprar a un precio más alto a los productores y, con ello, bajará el consumo?, ¿o no lo repercutirá, con la desaparición de muchas empresas que no podrán soportar esa subida de costes? Sea cual sea su decisión, nos va a llevar a una situación muy difícil.
Los economistas advierten de que, cuanto más dure la guerra, más repercusión tendrá sobre las economías europeas. Hay que prepararse para esta situación y estar atentos al desenlace, que esperemos se produzca pronto.