Lo que ha ocurrido en Europa en los últimos diez años en materia fitosanitaria será recordado por siempre. El productor europeo, y especialmente el del Mediterráneo, se ha convertido en un héroe involuntario, que ha aprendido de verdad a producir, a veces sin medios de lucha, con escasos ingredientes activos y sujeto a la incertidumbre de los continuos cambios que introduce la legislación prácticamente cada día.
Los últimos 22 años, desde la aparición de la todopoderosa Directiva 91/414, han sido una retahíla continua de cambios, revisiones, caídas y búsquedas de nuevas sustancias, que han llegado a poner al sector contra las cuerdas en más de una ocasión. Todos sabemos que otras zonas del mundo, como África, Asia o América Latina tienen muchas más materias activas permitidas con las que hacer frente a sus plagas.
El productor se ha ido adaptando a las cambiantes exigencias en materia fitosanitaria
Son muchos los actores de esta cadena, desde la Administración a las empresas químicas, el productor, certificadoras, laboratorios, etc., los que han permitido y hecho posible, digamos, este “buen cambio”. Se ha realizado una gran labor, en muchos casos velando muy celosamente por el medioambiente, el aplicador y el consumidor. Esto ha llevado incluso, en algunos casos, a tomar decisiones extremas como la reciente prohibición de algunos nicotinoides, puesta en tela de juicio por su impacto en el terreno medioambiental (…y mejor no dar más detalles).
Las decisiones humanas consensuadas, no están exentas, ni siquiera en materia legislativa, de modas y criterios subjetivos. Tras todo esto, en muchos casos, hay otros intereses y grupos de presión, que velando por una agricultura más ecológica y natural, sin residuos, olvidan que las plantas en el campo están bajo la presencia de orugas, pulgones, arañas, bacterias u hongos, y algunos de ellos generadores naturales de micotoxinas, que llegan a ser hasta cientos de veces más dañinos, tóxicos o perjudiciales que los propios fitosanitarios.
El resultado es, y nuestra estadística así lo corrobora con más de cien mil análisis de residuos de plaguicidas anuales, que cada día y cada año el nivel medio de residuos en fruta sigue una tendencia a la baja, positiva y deseable. Esto indica que las medidas, aún siendo duras, están dando buenos frutos y acercándonos más a modelos productivos que permiten hacer una agricultura más razonada y sostenible.
Seamos mejores, dominemos la naturaleza y la producción, pero no perdamos el Norte. Alimentar 7.000 millones de personas, y al ritmo que esta población crece, nos va a costar cada día un poquito más. Respetemos piretroides, estrobirulinas, etc., con una sensata evaluación y defendamos a nuestro productor, ese “héroe involuntario”, que ayuda a mantener Europa, con un manto verde, para darnos de comer cada día más sanamente.