En los últimos años, el campo se ha convertido en un imán, un foco de atracción para los grandes fondos de inversión de capital, que han visto cómo el sector ha sido capaz de resistir a una pandemia mundial, garantizando el abastecimiento de alimentos y productos, incluso, en los momentos más duros del confinamiento. Después, se ha adaptado a las consecuencias de las tensiones logísticas, así como a las de la guerra en Ucrania, que ya acumula un año a sus espaldas, sin olvidar la espiral de incremento de costes de producción, con la energía y la mano de obra como puntas de lanza, así como los efectos derivados del cambio climático (oscilaciones de temperatura, alargamiento del verano, sequía y escasez de agua).
A pesar de todo ello, el sector agroalimentario continúa mostrando su fortaleza, tirando de las exportaciones y arrojando estabilidad económica al país en un momento económico muy delicado, con la inflación desbocada y los tipos de interés al alza, como mecanismo para contrarrestar ese efecto inflacionista por parte del Banco Central Europeo. Y, por supuesto, ofreciendo una óptima rentabilidad, año tras año.
Todo ello le ha convertido en un sector muy atractivo, produciéndose una especie de ‘efecto llamada’ para estos fondos de inversión. Nuestra sección Los Directivos Hablan analiza en las siguientes páginas la influencia de estos fondos en el sector hortofrutícola.
¿Qué suponen?
Los fondos de inversión son construcciones financieras integradas por inversores privados y/o institucionales. Por definición, son temporales. Las firmas de los fondos agrupan a los inversores en “un fondo común” con unos objetivos (sector, rentabilidad, etc.) y una periodicidad concreta. Cuando se llega al periodo de madurez, el fondo tiene dos opciones: liquidar (vender los activos) o renovar. Si renueva, se le da la opción a los inversores de seguir por otro periodo pactado o salir. De este modo, la permanencia de la inversión en el largo plazo va a depender de quiénes sean los inversores.
En los EE.UU. hay ya varios estudios en referencia al impacto de los fondos de inversión en la economía. En la parte positiva, se habla de la ordenación y reestructuración de negocios muy atomizados y, en la negativa, de la restricción a la competencia en ámbitos muy diferentes. Como ejemplo paradigmático, se utiliza el caso de las clínicas y los servicios veterinarios. El desembarco de los fondos parece que ha ayudado a una estandarización y profesionalización de medios y servicios, mientras elevaba precios a los consumidores y limitaba salarios de los profesionales veterinarios.
En cuanto a los retos de sostenibilidad, su impacto es transversal y no debe afectar la estructura de la propiedad de la empresa. Como nota final, y según fuentes del sector, el principal reto es que gestionar una empresa hortofrutícola tiene tantas especificidades, que hacerlo sólo con orientación financiera puede ser arriesgado. Nuestro sector es el ejemplo clásico de problema complejo. Por ilustrarlo en palabras sencillas, en entornos complejos, 2 + 2 no son 4. Unas veces es 25 y otras -5.