Líderes en producción, pero ¿qué pasa en la comercialización?. CITRICOS
El sector citrícola no vive su mejor momento. La sucesión de malas campañas está llevando a productores y comercializadores a cuestionarse la viabilidad de estos cultivos, donde a pesar de ser una de las grandes potencias productivas, no controla la comercialización.
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España, con más de 5 millones de toneladas anuales de cítricos, se sitúa como el quinto productor mundial, el segundo en el Hemisferio Norte, y líder en la Cuenca Mediterránea, muy distanciado de países como Egipto y Turquía. Es decir, tenemos poder productivo, pero no somos capaces de trasladar esa hegemonía a la comercialización.
Según datos de FEPEX, en la campaña 2013/2014 la comercialización de naranjas fuera de nuestras fronteras ascendió a 1.622.132 Tn, con un valor de 944.403.138 €, es decir, un descenso en ambas partidas del 10,8 % y del 16,54% respectivamente.
El cítrico español pierde el control en el mercado exterior, pero también en el interno. En este último, es la gran distribución quien determina cómo, cuándo y a qué precio se presenta el producto en los lineales. A este respecto, el sector cuenta ahora con un aliado en la nueva Ley de la Cadena Alimentaria, cuya agencia de control AICA está actuando de oficio ante prácticas que se consideran abusivas por parte de la distribución, como la venta a pérdida. En este sentido, ya han sido sancionadas dos grandes cadenas del retail, y otras dos están siendo investigadas por este mismo motivo.
Retos
Muchos son los factores coyunturales que podrían explicar la sucesión de malas campañas, pero también hay otros estructurales, ante los que se deben tomar medidas.
El sector citrícola presenta una gran dualidad en cuanto al tamaño de las explotaciones y a sus sistemas de organización, identificadas además claramente por zonas geográficas. Por un lado hay un número reducido de empresas que cuenta con grandes extensiones, modernizadas y mecanizadas y que están apostando claramente por las nuevas variedades vegetales protegidas que garantizan una cierta rentabilidad al estar controlada la producción. Por otro lado, sigue existiendo un gran minifundismo que o bien está integrado en cooperativas o vende su producción en campo a los numerosos intermediarios existentes.
Esta dualidad se refleja en la rentabilidad de las empresas. La apuesta por nuevas variedades, especialmente hacia aquellas que se salen del periodo central de la campaña, y la eficiencia en el manejo de los cultivos, con un control exhaustivo de los gastos y la maximización de la producción, son factores claves para alcanzar la rentabilidad.
Auge de la clementina
Mientras que en Valencia el sector parece mirar hacia otros cultivos, como son el kaki y los frutales, en busca de la rentabilidad que les niega el cítrico, en Andalucía, concretamente en Huelva, la clementina ha sido quien mayores alegrías ha dado al campo durante este pasado otoño, con registros de precios muy superiores a los de campañas anteriores.
Según el Observatorio de Precios de la Junta de Andalucía, en octubre se incrementaron los precios hasta en un 200% (el kilo de mandarina se situaba en 0,68 € frente a los 0,22 € del año pasado). Son datos que sin duda animan al sector andaluz a seguir apostando por este cultivo, y no tanto por la naranja. Más aún con datos como los que nos apuntan desde la Fundación Cajamar. Estos últimos años la venta de la naranja en árbol ha oscilado entre 0,20-0,32 €/kg y para la mandarina entre 0,27-0,70 €/kg. Dichos precios suponen una rentabilidad de hasta 4.180 €/has. para naranja y hasta 12.835 €/has. en mandarina, considerando los precios máximos.
Veto ruso
Sin embargo, no todo son malas noticias para este sector. En el marco de las ayudas de la UE por el cierre de las fronteras rusas, España ha sido la mayor beneficiada, siendo especialmente benévolos con naranjas, clementinas, limones y pomelos. En la primera remesa de ayudas, contempladas hasta finales de 2014, han podido acogerse a subvenciones europeas 59.000 Tn, una cifra que casi cubre el volumen total exportado a Rusia, pues según los responsables de Anecoop, esa cifra oscila, según campañas, entre las 60.000 Tn y las 80.000 Tn, es decir, menos del 2% de nuestra exportación citrícola. Las ayudas por este cierre de fronteras se han prolongado hasta junio de 2015. Esperemos que los cítricos siguan siendo recibiendo estas ayudas.
Más allá de estos datos, el veto ruso ha suscitado un interesante debate, que no es otro que la necesidad de abrir nuevos mercados, donde impere el principio de reciprocidad en las operaciones comerciales, pues mientras que nuestros socios extracomunitarios nos acribillan con trabas burocráticas y fitosanitarias, la UE firma protocolos muy ventajosos para la importación de frutas y hortalizas.
En conclusión, España seguirá siendo citrícola, pero la hegemonía productiva debe ir acompañada de un sector fuerte desde un punto de vista comercial. Para ello, como hemos apuntado, se deben potenciar superficies mínimas de cultivo mediante asociaciones, cooperativas u otro tipo de agrupaciones, apostando por variedades innovadoras, que permitan una mejor planificación para no inundar el mercado, favoreciendo la estabilidad en los precios a lo largo de toda campaña.
Reclamar a la administración actuaciones para lograr todo esto no debería ser el único posicionamiento de productores, comercializadores, sindicatos y patronal. Es el momento de actuar, porque mirar a la clementina, o a otros productos alternativos, no va a solucionar los problemas de mercado.