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El cambio está en marcha. SYNGENTA

Robert Renwick, director general de Syngenta en España y Portugal, y Pilar Giménez, directora de Asuntos Corporativos y Reglamentarios de Syngenta.

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Syngenta directivos sostenibilidad

La necesidad de ser sostenibles no es algo nuevo para el sector hortofrutícola, es más, está en su ADN. Los agricultores tienen una conexión emocional con la tierra que les provee de un medio de vida y, casi por instinto, tienden a protegerla lo máximo posible. Por lo tanto, no podemos decir que la sostenibilidad les viene impuesta por la legislación vigente o las demandas de los consumidores, sino que están concienciados y convencidos de su importancia.

La protección del medio ambiente no es tampoco el monopolio de aquellos que hacen un tipo de agricultura en concreto, sino de la producción agrícola en general, de todos los que contribuimos a alimentar al mundo. Hoy somos más de 7.000 millones de personas, pero en 2050 podríamos ser más de 9.000 millones, y esto supone un desafío que, como sector, debemos afrontar. Tenemos que alimentar a más personas con los mismos, o incluso menos recursos.

La producción de alimentos y, con ella la reducción del hambre en el mundo, están en el centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU y son metas compartidas por todo el sector. Pero no podemos alcanzarlas de cualquier manera, debemos hacerlo siendo más sostenibles a todos los niveles: económico, social y medioambiental. Y en Syngenta estamos preparados para lograrlo de la mano de nuestros partners, clientes y agricultores, verdaderos artífices de que la sostenibilidad sea una realidad. Porque si algo tenemos claro es que ser sostenibles debe ser un objetivo compartido.

Como ejemplo de esta apuesta por la colaboración, ya hace más de 10 años que iniciamos nuestro proyecto Operación Polinizador, en el que empezamos a trabajar de forma conjunta con instituciones, asociaciones y expertos para mejorar la biodiversidad de los cultivos con la instalación de bandas multiflorales. El objetivo era doble: enriquecer la biodiversidad de los campos, pero también de los propios cultivos.

«Debemos poner la ciencia sobre la mesa y abrir el debate sobre cuáles son las mejores soluciones y las más sostenibles»

En 2013 pusimos en marcha nuestro The Good Growth Plan, que actualizamos el año pasado y que persigue ‘tres objetivos más uno’: minimizar el impacto de la actividad agrícola, de nuestros propios procesos (por ejemplo, nos hemos comprometido a reducir nuestra huella de carbono en un 50% en 2030) y mejorar la seguridad de quienes trabajan en la agricultura. Y, por último, buscar socios para lograrlos.

Debemos acelerar la innovación y, de hecho, invertiremos 2.000 millones de dólares en los próximos cinco años para buscar soluciones que reduzcan el impacto ambiental de la actividad agrícola. Tenemos claro que una producción más sostenible es el resultado de la combinación óptima de todos los instrumentos que tiene el agricultor a su alcance para combatir plagas y enfermedades que, nos guste o no, van a seguir existiendo. Esto significa la puesta en práctica de medidas de prevención, el uso de variedades resistentes, de bioestimulantes… pero también de fitosanitarios clásicos.

La gestión de los cultivos va a ser, a partir de ahora, más sofisticada, y a esa combinación de soluciones para garantizar la sanidad vegetal se unirá la optimización del uso de los recursos gracias a la agricultura de precisión. Esta nos va a permitir sacar el máximo provecho de cada litro de agua y cada metro cuadrado de tierra cultivable. Pero también debemos trabajar en la reducción de residuos, minimizando el desperdicio y caminando hacia una economía circular en la que, en lugar de desechos, hablemos de subproductos.

El sector hortofrutícola ha demostrado durante años su gran capacidad de adaptación y va a seguir haciéndolo. La agricultura de hoy día es mucho más compleja de lo que muchos piensan, no es una actividad trivial, sino que está en manos de profesionales. Precisamente por ello, debemos poner la ciencia sobre la mesa y, a partir de ahí, abrir el debate sobre cuáles son las mejores soluciones y las más sostenibles, al margen de ideologías. Esta es la mejor vía para avanzar hacia una mayor sostenibilidad y es también el camino que Syngenta ha emprendido. El cambio está en marcha.

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