Al aire libre, control biológico por conservación
Esta práctica continúa siendo casi inexistente en los cultivos de melón y sandía al aire libre, sin embargo, experiencias como de la Pozo Sur y Mercomancha demuestran que es viable.
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El control biológico es un método de cultivo muy extendido en invernadero y, sobre todo, en hortalizas de invierno. Sin embargo, su uso es mucho más limitado en melón y sandía invernados, y prácticamente “testimonial” en plantaciones al aire libre, como apunta Antonio Giménez, director técnico de Koppert España. De hecho, según datos de la Consejería de Agricultura andaluza, en Almería existen 1.285 hectáreas de sandía con control biológico (el 12% del total de su superficie) y 595 de melón (20%) esta campaña. En Murcia y Castilla-La Mancha, las administraciones ni siquiera cuentan con estos datos, ya que “no suele ser una práctica habitual”, reconocen fuentes de la Consejería de Agricultura y Agua de la Región de Murcia. Pero, ¿por qué?
Dos son las razones fundamentales: por un lado, su ciclo de cultivo tan corto, de apenas tres meses; y por otro, la inexistencia de plagas o enfermedades que supongan auténticos quebraderos de cabeza que no puedan ser solucionados con pequeñas intervenciones de tratamientos químicos.
Mucho se ha hablado sobre el control biológico en invernadero, pero poco se ha dicho sobre su uso en cultivos de melón y sandía al aire libre, quizá, precisamente, porque es casi inexistente. “Quienes lo llevan a cabo son, sobre todo, empresas de biodinámica, ecológico o residuo 0”, explica Giménez. Pero esto no significa que no haya casos de éxito y, es más, en las próximas líneas presentamos dos de ellos: la empresa murciana Pozo Sur y la manchega Mercomancha. Ambas han puesto en marcha distintas pruebas y ensayos que les han llevado a concluir que, si hay control biológico posible en melón y sandía al aire libre, es por conservación.
Pozo Sur: la importancia de la observación
La firma con sede en Águilas cuenta con 600 hectáreas de cultivo repartidas en distintas zonas de producción y en todas ellas hacen uso del control biológico por conservación para contrarrestar los daños causados por las plagas. Recuerda Rafael Soria, ingeniero técnico agrícola en Pozo Sur, que comenzaron su primera experiencia en campo con la plantación de berenjenas a modo de setos perimetrales que, a su vez, les servían para monitorear el nivel de plagas y auxiliares, y así actuar en consecuencia.
Rafael Soria, Pozo Sur:
“Debemos seleccionar muy bien los fitosanitarios a aplicar, de modo que respeten al máximo la fauna auxiliar”
Pulgón y araña roja son las principales plagas a las que se enfrentan en esta zona. Para actuar sobre el primero, utilizan plantas banker de cereal que sirven de reservorio para el pulgón y atraen a la fauna beneficiosa autóctona. En el caso de la araña roja, y ante la aparición de focos, realizan sueltas de Phytoseiulus persimilis.
Para Soria, la clave está en la “correcta selección de los fitosanitarios a aplicar”, de modo que respeten al máximo la fauna auxiliar. Asimismo, insiste en que hay que saber “observar y no precipitarse” a la hora de actuar contra las plagas y apunta a los beneficios de este método de cultivo, que “reduce el número de intervenciones químicas y resta agresividad a las plagas”.
Mercomancha: preservar la fauna autóctona
Tras varias experiencias con sueltas de insectos auxiliares, en Mercomancha llegaron a la conclusión de que el control biológico por conservación era la mejor vía para mantener a raya las plagas reduciendo el uso de fitosanitarios, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez son menos las materias activas autorizadas. Pulgón y mosca blanca son los principales ‘enemigos’ a combatir, sobre todo por ser vectores de virus como el del mosaico del pepino (CMV) o el Nueva Delhi (ToLCNDV).
En su caso, y tras varias pruebas y error, lograron definir tres plantas que se adaptaban a los ciclos de floración del melón y, a su vez, servían de reservorio para fauna auxiliar autóctona y como atrayentes de esas plagas que, posteriormente, no llegarían a inocular el virus en el cultivo: Lobularia maritima, Dittrichia viscosa (olivarda) y Calendula officialis.
Juan Manuel Atochero, Mercomancha:
“El control biológico no consiste en aniquilar la plaga, sino en mantenerla por debajo del umbral económico de daños”
En sus ensayos, fueron incluso un paso más allá hasta ser capaces de establecer lo que Juan Manuel Atochero, del Departamento Técnico de Mercomancha, denomina control asociativo de cultivos: “Sembramos habas, un cultivo que atrae mucho pulgón, al lado de las cebollas, y cuando la población de la plaga aumenta, comienzan a aparecer insectos beneficiosos como mariquitas, crisopas, Orius… Una vez segamos las habas, toda esa fauna auxiliar se trasladaba a las cebollas o a los melones buscando nuevas presas”.
Para Atochero, “el control biológico no consiste en aniquilar la plaga, sino en controlarla y mantenerla por debajo del umbral económico de daños”. Por ello, aboga por el control integrado, haciendo un uso responsable de fitosanitarios cuando sean necesarios, y apela a la responsabilidad de la Administración para fomentar estas técnicas: “Deberían investigar qué plantas son interesantes, qué auxiliares pueden atraer, e incluso, incentivar a los agricultores que lo implementen”.
Más sostenibles
Según un reciente estudio de Kantar, la sostenibilidad es un imperativo a integrar por las marcas y empresas, sobre todo teniendo en cuenta la relevancia que le da el consumidor: el 85% cree importante comprar productos de empresas que apoyan las causas que les interesan. En este sentido, Javier Climent, responsable de cultivo de sandía de Rijk Zwaan, comenta que “el control biológico sería una fórmula para aportar valor añadido a las producciones de melón y sandía”, teoría que comparte María García, obtentora de melón de Ramiro Arnedo: “El impacto de nuestra actividad sobre el medio ambiente y la salud son cada vez más tenidos en cuenta por el consumidor, por lo tanto, son aspectos que pueden hacer que se decante por un origen u otro, eligiendo siempre el más respetuoso en todos sus procesos”.
José Guirado, Seminis:
“Hemos de afrontar una agricultura más sostenible y el control biológico es una excelente herramienta”
El control biológico de plagas tiene en el desarrollo varietal un gran aliado. “Junto con el uso de fitosanitarios y la resistencia genética podemos ofrecer una solución a problemáticas como el pulgón”, afirma José Guirado, responsable de desarrollo de melón de Seminis en Iberia, quien insiste en que “hemos de afrontar una agricultura más sostenible y el control biológico es una excelente herramienta para el control de plagas y para diferenciarnos de países terceros”.