La agricultura de la Comunitat Valenciana continúa su imparable racha de retrocesos de año en año. El abandono de cultivos sigue su tendencia acostumbrada últimamente y el año pasado se contabilizó una reducción de 2.420 hectáreas cultivadas, lo que representa un 0,4% sobre los datos estadísticos referidos a 2016, según informa la propia Conselleria de Agricultura.
No obstante, en la información oficial divulgada por el departamento agrario se pone especial énfasis en destacar sobre todo que «la superficie de tierras arables en la Comunitat aumenta en 518 hectáreas». Esta cifra es resultado del cómputo entre la superficie ocupada por las tierras de barbecho, con 1.700 hectáreas más, que superan la disminución de 1.182 hectáreas dedicadas a cultivos herbáceos.
Superficies forestales
Hay que tener en cuenta que la tierra considerada oficialmente como ‘arable’ ocupa el 5,7% de todo el territorio de la Comunitat Valenciana y que la superficie forestal representa el 48%. Se enmarca en lo forestal no sólo lo que todos conocemos por bosque o monte, que es la gran mayoría, sino también superficies que fueron agrícolas y que, pese a seguir siendo de titularidad particular, tras pasar largo tiempo de abandono en el cultivo y proliferar en dichas parcelas especies forestales (matorrales y pinos), pasaron a ser consideradas formalmente como encuadradas en lo forestal.
Entre los terrenos cultivados, las especies leñosas ocupan la mayor parte (21,1%) del territorio, siendo ésta la gran especialización del campo valenciano, con cítricos, vides, olivar, frutas de hueso, almendros, algarrobos…. Pero a continuación está el grupo de eriales y tierras baldías (20,7%), mientras que los pastos y prados ocupan el 2,9%.
El cultivo que proporcionalmente mayor superficie ocupa entre las tierras trabajadas es el de los cítricos, con el 25% de las mismas, pese a que en los últimos cinco años se ha reducido un 5,5%, perdiéndose 9.228 hectáreas.
El viñedo es el segundo cultivo que más hectáreas ha disminuido, con 7.985 que se han arrancado o abandonado en el último lustro, lo que representa proporcionalmente mayor índice, el 10,8%, al referirse a una superficie global menor que la citrícola. En la misma tónica descendente, otras producciones en las que se destaca la bajada han sido las de cereales, leguminosas e industriales: los cultivos herbáceos referidos al principio, que han dejado paso en gran medida a los barbechos, es decir, en última instancia tierras que quedan sin producir, aunque se labran, lo que formalmente equivale a que están trabajadas, no abandonadas.
El grupo de los frutales no cítricos, con un 24% de la superficie cultivada, ocupa el segundo lugar de todos los cultivos, con el, 24%, y es también donde se registra uno de los pocos aumentos significativos, creciendo en 1.338 hectáreas de 2016 a 2017, sin duda por el gran empuje experimentado, sobre todo, con las nuevas plantaciones de caquis, granados, kiwis, productos tropicales y albaricoques. La superficie dedicada a hortalizas y flores también aumentó en 1.755 hectáreas, lo que representa un dato esperanzador, a falta de ver si se repite el crecimiento y marca tendencia para ejercicios futuros.
Respecto a la evolución secano-regadío, en los últimos cinco años se ha producido un incremento de la superficie de riego, hasta llegar a las 289.000 hectáreas. El mayor incremento corresponde, lógicamente, a los nuevos frutales, con un aumento de más de 12.000 hectáreas desde 2013. Igualmente es significativo el crecimiento de regadío en el olivar, que antes era todo de secano.
Fuente: Las Provincias