A través de la plataforma de financiación colectiva Namlebee, este proyecto de agricultura sostenible, al que sus creadores han llamado «…Que te quiero verde», ha conseguido recaudar, en algo más de un mes, cinco mil euros para su puesta en marcha, gracias a la aportación de alrededor de cien mecenas de Aragón, Cataluña, Madrid, País Vasco y Holanda.
Este proyecto trata de recuperar una parte de la agricultura de la zona «y hemos querido que este sea el primer producto ecológico elaborado por los hombres y mujeres que apuestan por mantener vivos sus pueblos y paisajes», ha explicado, en declaraciones a Efe, Javier Selva, el impulsor de la iniciativa.
En Fantova, los vecinos se han volcado para recuperar esta variedad que hace cerca de una década estuvo a punto de desaparecer debido a que los hortelanos de la Ribagorza comenzaron a cultivar otros tipos de tomate que se conservaran más tiempo, aguantaran mejor su transporte y, en definitiva, tuvieran más salida en el mercado, como el tomate pera.
A más de 700 metros de altura, el terreno donde se plantará la cosecha, entre los valles del Ésera y del Isábena, ya está preparado.
La finca ha sido cedida por uno de los vecinos, otros aportarán su mano de obra y los agricultores de la zona controlarán la producción.
Un vivero cercano suministrará las semillas, un diseñador ya ha creado una marca y un logotipo, varios vecinos trabajan en el armazón del invernadero y un herrero del pueblo se ha comprometido a construir un toldo para proteger el producto de las heladas de la primavera -momento para el que se espera la primera cosecha- y del granizo del final del verano.
La plataforma de micro financiación, dedicada a proyectos de carácter social, también se ha implicado con el tomate de montaña de Fantova, «una exquisita variedad que solo crece a gran altitud y que, después de haber sido tradicionalmente cultivada en la Puebla, ha sufrido el abandono junto a la propia dejadez de los enclaves rurales», ha explicado a Efe la coordinadora de esta plataforma, Sandra Barrilaro.
La crisis económica y la necesidad de autoabastecimiento han propiciado, según Barrilaro, que proliferen proyectos de este tipo, «que sirven para recuperar productos tradicionales que han perdido competitividad en los mercados de consumo masivo» y cuya cosecha ha quedado relegada a huertos familiares.
«…Que te quiero verde» puede ser el comienzo para nuevos cultivos en la zona, ya que, según ha adelantado la responsable de Namlebee, «se está pensando en cultivar alguna otra hortaliza, en probar con el vino y organizarse en torno a una cooperativa para una comercialización sostenible de manera que puede hasta crearse algún puesto de trabajo si, entre todos, esto funciona».