Es evidente que la crisis en el mundo agrícola es real y que es esencial que se adopten medidas concretas para una remuneración justa y para el establecimiento de condiciones aceptables para la producción agrícola a fin de ponerle freno.
Los problemas relacionados con el cambio climático y la sequía también son primordiales e incumben a todos.
Esta crisis agrícola no es solo francesa, y otros países europeos también están experimentando protestas y reivindicaciones, pero en ningún caso estos movimientos han experimentado actos de violencia como hemos visto en Francia.
A las alegaciones falsas que pretenden hacer creer que las producciones extranjeras comercializadas en el territorio francés no responden a las mismas normas y exigencias que la agricultura francesa, respondemos que todo producto comercializado tanto en Francia como en el Mercado Común responde a las mismas normas y reglamentos europeos, ya se produzca en la agricultura convencional o en la agricultura ecológica.
En este punto, parece fácil entender, incluso por nuestros gobernantes, que la agricultura francesa se ve penalizada ante todo por una transposición excesiva de las directivas europeas por parte de Francia. Esta transposición excesiva, de la que todo el mundo habla y de la que pocos explican, significa «cualquier medida nacional de transposición que introduzca una norma más vinculante que la que resultaría de la aplicación estricta de la Directiva». Esta transposición excesiva puede adoptar varias formas, como por ejemplo: la obligación de ir más allá de lo que requiere el Derecho de la Unión Europea, la ampliación del ámbito de aplicación de la medida o la no aplicación de una posibilidad de excepción o exclusión prevista. Por lo tanto, y como se ha escuchado en algunas comitivas en los últimos días, de lavar más blanco que el blanco, finalmente se vuelve transparente.
Es esta autoflagelación francesa dentro del Mercado Común, regido por reglas comunes de las que Francia es protagonista y no espectadora, la que constituye una de las principales causas de este mal… pero es cierto que es más fácil, para algunos de nuestros encargados de adoptar decisiones, estigmatizar lo extranjero en lugar de cuestionarse a sí mismos.
Si bien las reivindicaciones del mundo agrícola son legítimas y comprensibles, nada puede justificar, hoy en día, las acciones de violencia que han tenido lugar en el territorio nacional contra cargamentos procedentes de España o Marruecos. Deploramos y condenamos enérgicamente la violencia con la que los camiones fueron detenidos y vaciados de sus cargamentos en la carretera, a veces incluso incendiados en presencia de las fuerzas del orden sin que éstas intervinieran… un país donde se legitima la violencia, un país sin orden, es un gran barco a la deriva sin brújula ni timón.
Esto es aún más lamentable porque estas frutas y verduras, vertidas de esta manera al borde de la carretera, son el resultado del trabajo de otro agricultor que, más allá de la destrucción de su mercancía, ve en este acto la falta de solidaridad de Francia a nivel europeo para producciones que, sin embargo, cumplen con los mismos requisitos de cultivo, ya sea en agricultura ecológica o convencional.
Nada puede justificar, hoy en día, la demagogia y el populismo que muestran todas las figuras públicas frente al cuestionamiento de la libre circulación de mercancías y personas, al igual que frente a la denigración de lo que procede del extranjero.
Una campaña de desinformación escandalosa se ha apoderado de los medios de comunicación, especialmente por parte de aquellos que deberían encontrar y proponer soluciones en lugar de dividir e incitar al odio estigmatizando lo que procede de otros lugares.
Aquellos que se alegran de ver a Francia exportar vinos y cereales, al tiempo que explican que debemos cerrar nuestras fronteras a lo que viene del exterior, no ofrecerán ninguna solución viable a los problemas planteados. Solo traerán pobreza y escasez, tanto para el mundo agrícola como para la población francesa.
Las autoridades francesas se han visto abrumadas por estas manifestaciones, que legitiman actos a veces reprobables llevados a cabo por una minoría.
La plataforma Saint-Charles siempre mantiene el diálogo con el mundo agrícola, y ha sido parte integrante, desde 2017, de la Interprofession Française des Fruits et Légumes (asociación interprofesional de frutas y hortalizas), INTERFEL, que reúne en particular a productores, importadores, mayoristas y distribuidores.
Las figuras públicas que avivan las divisiones y estigmatizan lo «extranjero» para no tener que abordar los problemas reales de la agricultura muestran una actitud destructiva que perjudica a todas las reivindicaciones del sector.
Saint-Charles International se solidariza y se posiciona junto a sus socios españoles y marroquíes, así como junto a los de otros orígenes que transitan por la plataforma, para luchar contra esta campaña de denigración y estigmatización de sus productos.
Saint-Charles International finalmente acoge con satisfacción los anuncios del pasado jueves de los sindicatos agrícolas de suspender los bloqueos y entrar en una nueva forma de movilización.