La historia de amor de Castellón con el kaki empieza a hacer aguas. El cultivo de este fruto tropical creció en los últimos años al calor de la búsqueda de alternativas a los cítricos, pero dos muy malas campañas consecutivas ya provocan que muchos de los que optaron por el kaki hayan arrancado fincas para abandonar el campo o para volver a las naranjas y las mandarinas.
A quien circule por los caminos rurales de Castellón, fundamentalmente de la Plana Baixa pero también de otras comarcas interiores como el Alto Palancia, no le sorprenderá ver plantaciones de kakis con centenares de frutos por el suelo, echados a perder. Que la campaña vuelve a ser ruinosa es una evidencia, y lo confirma el presidente de Fepac Asaja en Castellón, José Vicente Guinot, quien asegura que es la segunda temporada consecutiva en la que los precios no levantan cabeza.
Hace apenas cuatro años, el kilo superaba con facilidad los 50 céntimos e incluso llegó a rozar el euro, pero este es el segundo ejercicio seguido en el que los productores difícilmente han conseguido sacar más de 30 céntimos por cada 1.000 gramos de fruto.
El uso del pasado no es casual, puesto que el caqui es una fruta que debe recogerse durante el mes de octubre. En caso de no ser así, se le debe aplicar un tratamiento para su conservación que en Castellón no es del todo eficaz. Así lo confirma el técnico de la Unió de Llauradors, Ferran Gregori, que afirma que esto provoca quien la mitad inferior de la fruta «madure mucho más» que la superior. De ahí se derivan problemas en la conservación en cámaras y en su comercialización.
Más dificultades
«Pero se trata de una cuestión que, por sí sola, no explica todas las dificultades» vinculadas al cultivo de una fruta que ya está en retroceso en la provincia después de que en 2017 se alcanzaran las 230 hectáreas (una hectárea equivale a doce hanegadas). El crecimiento durante años fue espectacular, puesto que tres ejercicios antes apenas había 54 hectáreas en Castellón. Pero las tornas han cambiado, y en Vila-real o Burriana ya se han arrancado fincas este mismo año, al comprobar que los frutos no se recogerían, en algunos casos por segunda temporada seguida.
Siguiendo con la argumentación de Gregori, Guinot asegura que el «principal problema» del caqui en la provincia es que la comarca valenciana de la Ribera copa el mercado. «Allí se plantaron muchísimos árboles hace unos años, pero este proceso fue acompañado del nacimiento o consolidación de comercios y cooperativas que dan salida al producto». «Es difícil que vengan a buscar fruto aquí, sobre todo en años como el actual, en el que los precios están por debajo de lo sido habitual y hay poco movimiento», sentencia el dirigente de Fepac Asaja.
Gregori añade que un elemento añadido es que en la provincia, a diferencia de lo que ocurre en la Ribera, «no hay caquis que estén adscritos a la denominación de origen Persimon».
Daño por lluvias
Ambos señalan que algo grave pasa con el caqui cuando la cotización no se ha recuperado pese a que la producción caerá hasta un 40% respecto a la temporada anterior debido a las fuertes lluvias que afectaron, sobre todo pero no solo, a la provincia de Valencia.
La fruta que ya está en el suelo está perdida, pero los profesionales del campo temen que lo que se esté perdiendo definitivamente sea otra alternativa al cítrico.
Fuente: El Periódico Mediterráneo